A 25 años de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing
En 1995 se realizó en Beijing la IV Conferencia Mundial de la Mujer. A ella asistieron representantes de
189 países, tanto pertenecientes a gobiernos como a organizaciones y movimientos feministas de todo el
mundo. El resultado de ese encuentro fue la aprobación de una declaración política y de la Plataforma
de Acción Mundial (PAM), que aglutinó compromisos de actuación, en 12 esferas principales, para los
derechos de las mujeres. El siguiente texto es la presentación de la publicación de la Articulación
Feminista Marcosur, A 25 años de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing al que puede
accederse mediante este enlace.
En 1995 se realizó en Beijing la IV Conferencia Mundial de la Mujer. A ella asistieron representantes de 189 países, tanto pertenecientes a gobiernos como a organizaciones y movimientos feministas de todo el mundo. El resultado de ese encuentro fue la aprobación de una declaración política y de la Plataforma de Acción Mundial (PAM), que aglutinó compromisos de actuación, en 12 esferas principales, para los derechos de las mujeres.
En esta IV Conferencia, a diferencia de las anteriores (1975, 1980, 1985), fue masiva la participación de la sociedad civil, expresada en los movimientos de mujeres y movimientos feministas. Para la región latinoamericana y caribeña la decisión de asumir esta participación no fue automática, no fue espontánea. Fue una participación disputada en abierta confrontación con la ONU, exigiendo el cambio de la que habían nombrado como coordinadora responsable de la región y colocando una propuesta propia, autónoma.1 Esta disputa dio sus frutos. Fuimos la única región que dio y ganó la batalla contra el autoritarismo de Naciones Unidas, logrando que nuestra propuesta para el cambio de la coordinación fuera aceptada. El entusiasmo por ese primer triunfo nos impulsó a concebir nuestra participación en la Conferencia de Beijing como un proceso para incidir en el documento que iban a aprobar los gobiernos, y, al mismo tiempo, impulsar la participación activa, organizada, descentralizada, de los feminismos de la región. 1 | Estando en una reunión en Santiago de Chile, nos enteramos de esta decisión de ONU de colocar, a dedo, a una coordinadora de la región latino caribeña. En ese momento, la conferencia de Beijing parecía lejana y ajena. Sin embargo, lo que estaba surgiendo no era una decisión de participar, a secas, sino una voluntad de disputar con la ONU, y construimos, como propuesta de los feminismos de la región, la estrategia de nombrar a una de nosotras. Fue designada Virginia Vargas. Participaron en la decisión Adriana Santa Cruz, Viviana Erazo, Line Bareiro, Haydee Birgin y Teresa Rodríguez. 6 A 25 años de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing Esta cita de Line Bareiro refleja bien el espíritu que, desde América Latina y el Caribe, caracterizó la participación feminista: “Nosotras no llegamos a Beijing. Nosotras inventamos Beijing: fuimos autónomas, fuimos soberanas, asumimos una
ciudadanía que nadie nos había otorgado”.2
Fue una presencia profundamente política, que arrojó una experiencia de participación con un sello incuestionable: el carácter feminista radical. Se llegó al proceso con un acumulado de casi dos décadas de lucha, y con conexiones feministas a lo largo y ancho de la región que fueron favorecidas por los Encuentros Feministas de América Latina y el Caribe (EFLAC) realizados desde 1981, además de por las redes temáticas y de identidad que habían ido surgiendo. Es decir, la participación representó a militantes feministas de los colectivos, de las organizaciones, de las ONG feministas; se alzaron las voces de académicas, artistas, organizaciones indígenas, organizaciones de mujeres negras, de lesbianas, de líderes de los movimientos populares urbanos y de los movimientos campesinos.
En la década de los noventa el feminismo se había expandido en diferentes grupos de la región. Había conexiones, trabajo articulado de redes que comenzaban a desplegarse, pero no existía una estrategia que articulara las potencialidades que ese feminismo albergaba. El proceso hacia Beijing fue un momento privilegiado para que las feministas latino caribeñas se acercaran a los conocimientos de las diversas expresiones de los movimientos feministas y de mujeres, en la región y en el mundo. Ese intercambio multiplicó las formas de organización y activismo feministas, alimentó la interacción con los feminismos de otras regiones e impulsó una rica dinámica internacionalista, de solidaridad global.
Quienes asistieron a Beijing lo hicieron bajo dos premisas centrales. Por un lado, con el convencimiento de que la agenda feminista radical y autónoma no debe ser monopolio de nadie: todas contribuimos a construirla. Por otro, 2 | Line Bareiro, 2015. En: “Decisiones y contextos de cambios. Interpelaciones e inspiraciones de la Conferencia de Beijing.” Ed. Sinergias. Cuadernos del Área Género, Sociedad y Políticas, Prigepp, FLACSO Argentina. 7 A 25 años de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing después de enfrentar la paradoja de optar por la incidencia o el aislamiento, habiendo elegido -en clave feminista- la incidencia. Asumiendo la tensión inherente a las negociaciones de los movimientos sociales con la institucionalidad política, quienes participaron tenían claro que se abría una estrategia posible para lograr atender las situaciones más flagrantes de discriminación hacia las mujeres y, al mismo tiempo, fortalecer las articulaciones y tejidos feministas que ya existían en cada país y en la región.
Las ganancias para el feminismo fueron muchas: en su proceso organizativo, en la extensión de su presencia, en la reflexión política sobre la condición de las mujeres (en sus diversas circunstancias). A la par, se dieron las primeras disputas abiertas con las fuerzas fundamentalistas, tanto de gobiernos como de organizaciones religiosas -especialmente el Vaticano-, cuya actuación, visible y movilizada, se dio a lo largo de todo el proceso, tanto en los espacios de Naciones Unidas como, posteriormente, en los diversos países de la región. También se generaron múltiples tensiones entre las que definieron participar en la Conferencia y las que optaron por no participar; en este texto se abordan y analizan esas tensiones, las discusiones que se dieron y los aprendizajes que se obtuvieron.
No todo fluyó después de Beijing. Los gobiernos de la región han ido minimizando, paulatinamente, su responsabilidad con los compromisos asumidos en la Plataforma de Acción. Esos compromisos no se cumplieron porque nuestras democracias son débiles. El sistema capitalista, patriarcal y colonial ha puesto límites enormes a los avances en derechos en general, y, particularmente, en los derechos de las mujeres, cuyo rol en el sostenimiento del sistema es hoy innegable. El retorno a los países -después de la Conferencia- significó un brutal encuentro con esta realidad. En los primeros años, desconciertos e incertidumbres debilitaron el accionar feminista, pero no paralizaron su perspectiva de cambio.
Se lograron leyes y reconocimientos ciudadanos. Se expandió la conciencia, más allá de los feminismos, de la importancia de las luchas por los derechos de las mujeres en toda su diversidad. Se formaron redes y articulaciones 8 A 25 años de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing alrededor de los temas más resistidos -derechos sexuales y reproductivos, aborto, racismo, desigualdad socioeconómica, cultural y política-, y alrededor de nuevas expresiones de lucha, por ejemplo, las que involucraron a las católicas y teólogas feministas o a los feminismos trans.
Ana Falú, co-coordinadora y pieza clave del proceso hacia Beijing, resume lo que eran las formas de dedicación y de trabajo: “con la pura militancia, el activismo y el compromiso, articulamos las actividades entre nosotras, con Naciones Unidas, con los gobiernos. Beijing fue un proceso con tensiones, pero también un momento bisagra para las latinoamericanas, que potenció lo que ya veníamos trabajando. Con estadísticas, actuamos en cada territorio nacional, local, también regional y, en Beijing, global.3 ” A lo largo de este cuarto de siglo, en todos esos territorios, las luchas feministas han disputado sentidos y orientaciones de la acción de los Estados. Han interpelado paradigmas tradicionales, han colocado en el debate nuevos alcances y horizontes democráticos para cada una de las dimensiones de la Plataforma, han introducido cuestionamientos a la aplicación de lo conquistado, han incluido nuevas y radicales dimensiones de lucha, han desarrollado mecanismos de rendición de cuentas y un gran etcétera.
Hoy, veinticinco años después de la histórica reunión en Beijing, han cambiado muchas dinámicas, subjetividades, exclusiones, desigualdades, y también fortalezas y rebeldías. Se han formado nuevas redes y articulaciones; entre ellas, en el año 2000, se fundó la Articulación Feminista Marcosur (AFM), una corriente de pensamiento y acción política, integrada por feministas que estuvieron como participantes o coordinadoras del proceso hacia Beijing, que promueve el desarrollo de un campo político feminista a nivel regional y global. En todos estos años, la AFM se ha orientado a generar e incentivar el debate feminista, los diálogos y los encuentros entre diferentes redes étnico-raciales, sexuales, laborales, así como a desarrollar herramientas de monitoreo y campañas de comunicación para fortalecer los derechos de las mujeres y la democracia. 3 | Ana Falú. Entrevista para este texto. Santiago, enero 2020. 9 A 25 años de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing Hoy, desde la AFM, elaboramos este informe a 25 años de Beijing, con el propósito de evaluar e identificar avances y pendientes. El objetivo es reflexionar sobre las nuevas coordenadas que se abren en esta lucha feminista que, al decir de Isabel Larguía, fue la revolución más importante del siglo XX y, al mismo tiempo, la más larga. Este texto es un esfuerzo por recuperar las dinámicas más importantes desplegadas por los feminismos en el proceso hacia Beijing; un análisis -desde la perspectiva de la AFM- de los aciertos y errores; una reflexión sobre los aprendizajes, las ganancias y limitaciones; una búsqueda de las continuidades, las obsolescencias, los nuevos contextos y las nuevas dimensiones que han expandido y potenciado el horizonte de transformación feminista en la región.
Se trata, también, de un intento de reflexionar sobre la nueva realidad -con la existencia de una pandemia global- que expresa los límites del planeta y nos advierte acerca de los riesgos que existen si se siguen el modelo económico depredatorio y las políticas capitalistas, patriarcales y coloniales, que amenazan la vida en el planeta y que minimizan el valor de las tareas de cuidado depositándolas -de forma casi exclusiva- en los hombros de las mujeres.