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El tiempo de las mujeres: la base material del cuidado

Crisis en tiempos de crisis

Ana Cristina González Vélez

27 de marzo de 2020

Mientras que Bogotá, el resto de Colombia y el mundo se preparan y organizan para enfrentar la pandemia del coronavirus, resuena en todos lados, una medida central para lograr protegernos: confinarse. Aislarse es: irse a casa, trabajar en casa, estudiar en casa, distraerse y encontrar ocio en casa, comer en casa, comer bien en casa, cuidar nuestra salud en casa. En suma: trasladar al hogar todas las tareas que se hacen habitualmente en otros espacios, trasladar todo el cuidado al hogar. Sumar ese trabajo al que ya hacen las mujeres.

 

Confinarnos es llevar más y nuevo trabajo al hogar. Al lugar en el que las mujeres ya son las responsables casi exclusivas del cuidado en épocas sin pandemia, es decir, a lo largo de nuestra existencia. La de cada uno y cada una. Al lugar en el que ya de manera rutinaria, convencional y “naturalizada”, un 87,87% de las mujeres en Colombia realizan labores de cuidado. Al lugar donde las mujeres trabajan, en promedio, casi cuatro veces más que los hombres. Al lugar donde, al hacerse más intenso el tiempo de cuidado (número de horas por quintil de cuidado), la participación de los hombres se hace más escasa y la de las mujeres se torna casi exclusiva: en el quintil 5 de cuidado (8 horas con 29 minutos) el porcentaje de mujeres cuidadoras es de 29,8% versus un 4,4% de hombres cuidadores. Y esto, sin respetar el nivel educativo: sólo un 17,9% de los cuidadores con nivel educativo superior estuvo en los quintiles 4 y 5 (mayor cantidad de horas) de dedicación de tiempo al cuidado no remunerado, frente a un 46,3% de las mujeres cuidadoras con el mismo nivel educativo.

 

Sumar al cuidado que ya tiene lugar en casa toda esa nueva carga al trabajo no remunerado de los hogares, es empezar a pensar en una contribución que ya de entrada -antes del confinamiento– representa en promedio un 20% del PIB. De esa magnitud es la crisis y el trabajo que estamos trasladando a los hogares, a las mujeres en los hogares. "En Bogotá, nueve de cada 10 mujeres realiza trabajo doméstico y de cuidados sin ninguna remuneración. Destinan 5 horas y 33 minutos a este trabajo en promedio al día. Si fuese pago equivaldría al 18% del PIB. Sumando el tiempo dedicado al trabajo remunerado, la carga total de trabajo es de 15 horas al día para las bogotanas. Asumir de manera natural esta división del trabajo entre los sexos ha llevado a que no se logren los objetivos de igualdad en materia de autonomía económica, física y política para las mujeres. La pobreza de tiempo no solo condiciona y obstaculiza la posibilidad de acceder a ingresos propios, también obstaculiza la posibilidad de acceder a cargos políticos. A su vez, la falta de autonomía económica está relacionada con los ciclos de violencia física que sufren las mujeres" (Lineamientos para la creación del Sistema Distrital de Cuidado en Bogotá - Documento de empalme de la Alcaldesa Claudia Lopez, Sector Mujeres. Coordinación: Claudia Mejía Duque, elaboración Natalia Moreno Salamanca, aportes de varias personas).

 

Los compromisos

La economía del cuidado ha estado en la agenda del movimiento feminista por varias décadas e investigadoras destacadas han hecho contribuciones a la economía productiva y a las profundas desigualdades que genera (sobre oportunidades de empleo de calidad, sobre la autonomía en otras esferas de la vida). Sin embargo, es sólo recientemente que la atención de la política pública se ha vuelto para dar una respuesta “corresponsable” a la carga de cuidado que se genera en los hogares: una división entre el estado, el mercado, las comunidades y las familias. Entre mujeres y hombres.

 

Así, por ejemplo, la meta 5.4 de los ODS busca: “reconocer y valorar los cuidados no remunerados y el trabajo doméstico no remunerado mediante la prestación de servicios públicos, la provisión de infraestructuras y la formulación de políticas de protección social, así como mediante la promoción de la responsabilidad compartida en el hogar y la familia”. La ley 1.413 de 2010 regula la inclusión de la economía del cuidado en el sistema de cuentas nacionales con el objeto de medir la contribución de las mujeres al desarrollo económico y social del país y también como herramienta fundamental para definir e implementar políticas públicas. La alcaldesa Claudia López ha propuesto “implementar un Sistema Distrital de Cuidados que articule de manera eficiente la oferta institucional del distrito. Este sistema estará́ basado en un modelo corresponsable de cuidados entre el distrito, la comunidad, las familias y el sector privado. Así podremos redistribuir los tiempos de cuidado al interior de los hogares”.

 

Pero no sólo el cuidado es hoy una prerrogativa legal o política. Es un deber ético en esta crisis en la que las medidas de salud pública se sostienen, de nuevo, en el trabajo de cuidado que realizan las mujeres, en el hogar y fuera de él. 

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La alerta internacional

Dentro de los efectos diferenciales de género que tiene la pandemia del Coronavirus, expertos y expertas han advertido, con respecto al cuidado, que:

 

  • Una importante mayoría de las trabajadoras del sector salud son mujeres pues se trata de una fuerza de trabajo históricamente feminizada. Esto es, las mujeres están en primera línea del riesgo en el esfuerzo por atender a la población y contener la enfermedad (Lancet, 2020);

  • Todas las medidas de confinamiento, por los efectos de traslado de más trabajo y actividades al hogar, tienen un impacto mayor sobre las mujeres quienes proveen la mayor cantidad de trabajo no remunerado de cuidado (Lancet, 2020; UNFPA 2020);

  • La pandemia es una oportunidad para reconocer y hacer visible el trabajo de cuidado que hacen las mujeres en los hogares y que de un modo general tiene lugar sin remuneración y sin reconocimiento (WHO, 2020);

  • Las mujeres son las que generalmente están a cargo de las labores domésticas y del cuidado de las niñas y los niños, de las personas adultas mayores, de las personas enfermas, de las personas con alguna discapacidad y de cualquier otra persona que se encuentre afectada por alguna vulnerabilidad (MESECVI, 2020);

  • Las mujeres son las mayores afectadas por la saturación de los sistemas sanitarios, el cierre de las escuelas y las universidades, y sobre ellas recaen nuevas medidas de cuidado que se suman a las que ya hacen de forma mayoritaria (ONUMUJERES, 2020).

 

Las acciones que debemos emprender

 

En este contexto es fundamental que como sociedades nos unamos, a partir de nuestras responsabilidades diferenciales, y que aprovechemos este difícil y extraordinaria crisis para generar los cambios estructurales que tanto se necesitan:

  • Reconocer el trabajo de cuidado no remunerado que hacen las mujeres y darle el valor social y económico que merece

  • Contabilizar el trabajo no remunerado y mostrar las formas materiales en que las mujeres sostienen la vida y alivian la crisis

  • Asumir socialmente el “cuidatoriado”: una nueva clase social basada en relaciones asimétricas de cuidado. Un conglomerado que cuida y que contribuye a la estructura productiva y cuya propia fuerza de trabajo no puede ser incorporada plenamente al mercado laboral; una fuerza cuya organización de tiempo viene dada por quienes demandan cuidado, que no disponen de descansos, cuya jornada de trabajo es mucho mas larga; una fuerza que carece de seguridad social y otros derechos inherentes al trabajo remunerado (María Ángeles Durán, 2019

  • Aprovechar la enorme oportunidad que nos brinda esta crisis para desplegar estrategias de cambio cultural -a ser sostenidas en el tiempo- que permitan una verdadera división de las tareas de cuidado al interior de los hogares entre las mujeres y los hombres

  • Llamar a la corresponsabilidad en el cuidado en todas las estructuras de la vida social

  • Compartir por igual, entre mujeres y hombres, las tareas de producción de alimentos, el seguimiento a las tareas escolares, el cuidado de enfermos y personas altamente dependientes

  • Entender que las mujeres se confinan al igual que los hombres, con otras obligaciones y no sólo con el fin de cuidar y atender toda nueva necesidad en el hogar

  • Asegurarles a las mujeres tiempo de ocio y cuidado propio

  • Atender las consecuencias de la sobrecarga de cuidado sobre la salud de las mujeres en tiempos de crisis.

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