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¿Los nuevos trabajos serán para todos y todas?

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Empleo y desigualdades de género en tiempos de coronavirus

 

El “futuro” del trabajo, de pronto, como si ingresáramos en una película de ficción, se ha convertido en presente.

 

Alma Espino

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Uno de los primeros y grandes impactos de la pandemia provocada por el coronavirus, así
como de las medidas preventivas para evitar su propagación, ha sido el de mostrar con enorme
nitidez las desigualdades sociales y económicas, la pobreza, el deterioro de las políticas públicas
de salud o su carencia, y el conjunto de desafíos que tenemos por delante. Respecto a las
medidas de prevención, existe cierto consenso en que el distanciamiento social, la cuarentena -
incluso la de carácter obligatorio-, serían algunas de las más efectivas. El
hashtag #quedateencasa opera como palabras mágicas a las que todas las personas podemos
apelar y debemos obedecer para no enfermar o morir. Pero, ¿el conurbano de Buenos Aires
puede hacer cuarentena? Las ollas populares en Uruguay cumplen con alimentar en forma
solidaria a quienes lo necesitan, pero llevándolas adelante se rompen varias, sino todas, las
normas de seguridad sanitarias. 


¿Quién puede hacer cuarentena? ¿Quién puede quedarse en casa, como nos dicen todos los
canales de TV en América Latina? En los ámbitos nacionales, tomar este tipo de medidas
supone definir previamente cuáles son los puestos de trabajo imprescindibles para el
funcionamiento de la sociedad y, en la medida de lo posible, de la economía. También supone
determinar cuáles son los empleos que se pueden desempeñar desde los hogares y, de manera
muy importante, cuál es la situación de la protección y la seguridad social con la que se cuenta
para que el país pueda soportar y sostener estas medidas.


El COVID-19 ya tiene efectos sobre la economía mundial y la de cada uno de los países, con
consecuencias graves en el corto y el largo plazo tanto en la oferta como en la demanda a nivel
agregado y sectorial. Estamos frente a un proceso de quiebras de empresas, de reducción de la
inversión privada, menor crecimiento económico, menor integración en cadenas de valor,
deterioro de las capacidades productivas y del capital humano, mayor desempleo, menores
salarios e ingresos. En consecuencia, es lógico estimar que la pobreza y la pobreza extrema irán
en aumento.


La intensidad y profundidad de los impactos generados por estos hechos dependerán de las
condiciones internas de cada economía, de la evolución del comercio mundial, de la duración
de la epidemia y de las medidas sociales y económicas que se tomen para prevenir el contagio.
En principio, los organismos internacionales ya están revisando a la baja la tasa de crecimiento
de la economía mundial. El volumen del comercio internacional que en 2019 había caído un
0,4% en el caso del intercambio de bienes [1] , seguramente se contraerá nuevamente. Y esta
contracción tendrá un efecto sobre las cadenas globales de valor, acrecentando la tendencia
que se venía observando al acortamiento de estas cadenas [2] . Esto repercutirá fuertemente en el
nivel de empleos y salarios. Por tanto, aunque la problemática es planetaria, las decisiones de
política tanto en el plano económico como sanitario estarán inevitablemente ligadas a las
condiciones de cada economía y cultura. Así, definir cuál será la nueva configuración de
nuestras sociedades también dependerá de las condiciones previas, estructurales, de cada uno
de nuestros países.


Si bien todo el mercado laboral se está viendo afectado -tanto en los países de nuestra región
como en el resto del mundo-, hay diferencias según sectores y tipo de relaciones laborales. En
los países de América Latina conviven pasado y presente, bolsones de modernidad y grandes
porciones de población que no pertenecen al mercado laboral asalariado de los libros de texto;

esos sectores, muchas veces, no cuentan con protección social, subsidio por desempleo o por
enfermedad, y aun en los casos en los que estos subsidios existen resultan absolutamente
insuficientes para superar largos períodos de inactividad. Para sociedades con estas
características, los impactos de la pandemia están siendo devastadores en términos de
desarrollo. Nuevamente, se habla de años de desarrollo perdido.


El desempleo y el subempleo están aumentando; esas tendencias se intensificarán porque se
está reduciendo la calidad del trabajo (disminución de salarios y menor acceso a la protección
social). La pérdida de ingresos laborales se está traduciendo en un menor consumo de bienes y
servicios, pudiendo llevar a una parte de la población a situaciones de pobreza.[3] La crisis
tendrá mayores impactos en ciertos segmentos más vulnerables, como el de los trabajadores y
trabajadoras desprotegidos y migrantes, con los consiguientes aumentos en la desigualdad
(OIT 2020).


En particular, el empleo femenino se verá fuertemente perjudicado en los puestos de trabajos
asociados al comercio exterior, particularmente en aquellos eslabones de mayor precariedad de
las cadenas globales de valor en los que suelen ubicarse las mujeres. A ello se agrega la caída de
la actividad -tanto por el distanciamiento social como por el cierre de fronteras- en los sectores
que tendieron a perjudicarse en primer lugar por estas medidas, tales como los servicios, el
comercio y el turismo, en los que hay gran número de trabajadoras mujeres.


Por su parte, la segregación laboral determina una alta participación laboral femenina en el
sector de la salud [4] . El aumento de demanda en los sistemas de salud ha dado lugar a extensas
jornadas laborales y al riesgo de estar más expuesto al contagio del virus, y eso afectará,
especialmente, a un gran grupo de trabajadoras. A su vez, las mujeres que trabajan en este
sector continúan teniendo a su cargo a personas dependientes o que necesitan cuidados en sus
hogares, todo lo cual aumenta sus sobrecargas de trabajo y estrés.

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La crisis sanitaria y económica que atravesamos está acelerando algunos cambios estructurales
relacionados con la llamada Revolución 4.0 (vinculada a la automatización de las tareas y el uso
de inteligencia artificial en el campo productivo-laboral), y extendiendo sus impactos a otros
ámbitos. El distanciamiento social y la cuarentena han impulsado el aumento de consumidores
por internet, incluso por parte de quienes nunca habían utilizado este tipo de mecanismos; el
aislamiento lleva a que la comunicación y el intercambio aumenten a través de las redes
sociales. También actividades de entretenimiento aumentaron el uso de internet -el consumo
de Netflix y Prime Video se duplicó- y buena parte de la enseñanza se brinda mediante
sesiones virtuales organizadas por Zoom (Illouz 2020).


Finalmente, la cuarentena, confinamiento o distanciamiento social han cuestionado dos
aspectos cruciales de la vida en sociedad tal como la conocíamos hasta fines de 2019. Estos
están relativamente relacionados con la revolución tecnológica que atravesamos y el futuro del
trabajo, y con algunas de las preguntas que nos hemos venido haciendo en los últimos años.
Todos los estudios o investigaciones parten de algunas interrogantes tales como: ¿habrá trabajo
para todos y todas quienes quieran o necesiten trabajar? ¿Qué tipo de trabajos y en qué
condiciones? ¿Cambiarán las relaciones laborales como las conocemos?


El teletrabajo, los trabajos en plataformas digitales, pero, en general, todas las actividades que
puedan deslocalizarse del lugar de trabajo colectivo y fijo -tendencia que venía avanzando-, ya
se ve que podría prevalecer en más sectores de producción y servicios, y en más regiones. Las
empresas y los países que dispongan de mayor avance tecnológico podrán aumentar sus
ventajas en relación con las empresas y países que se hallen atrasadas, en particular las
MIPYME (CEPAL 2020b).


La preocupación porque haya empleo para todos se justifica porque es la principal fuente de
ingresos y, por lo tanto, la forma de asegurarse al menos parte de la sobrevivencia en la

sociedad capitalista, pero también está relacionada con un paradigma que responde a la cultura
dominante. Este se traduce en que el trabajo remunerado se asume como el eje que estructura
la vida de los seres humanos. Las feministas pensamos que, para las mujeres como colectivo,
esto no es ni ha sido precisamente así. Las mujeres hemos estructurado nuestra vida, nuestros
horarios, nuestras trayectorias, nuestros deseos, en función, principalmente, de las tareas
domésticas y de cuidados en nuestros hogares y en la comunidad más próxima, respondiendo a
todo aquello que la cultura patriarcal espera de nosotras. A todo ello hemos sumado las tareas
remuneradas, casi como advenedizas, en un mercado laboral pensado y organizado por y para
los hombres.  Por lo tanto, nos encontramos siempre en medio de la tensión entre familia y
empleo, entre familia y mercado, entre la culpa y los objetivos y deseos personales.


¿Los nuevos trabajos/empleos serán para todos y todas? La experiencia que estamos pasando
puede resultar en que las dificultades para emplear mano de obra debido a las restricciones
sanitarias terminen fomentando la inversión en automatización y robótica [5] , pero también en
que los trabajadores que cumplen con servicios de entrega de productos (“delivery”),
normalmente jóvenes, sin protección social, migrantes, (“que molestan y perturban con sus
motos y bicicletas al “normal tráfico de autos””) se conviertan en imprescindibles… De todos
modos, seguirá existiendo un conjunto de trabajos -principalmente aquellos ligados a los
cuidados-, que solo son concebibles en manos de seres humanos.


¿Será posible conciliar los tiempos de la vida y del mercado? ¿Los cambios en el mundo del
trabajo remunerado facilitarán la corresponsabilidad en el trabajo no remunerado entre varones
y mujeres? Las mujeres, durante este período y debido a las medidas de prevención de forma
remunerada o no remunerada, absorben la mayor carga de cuidados. En los hogares, debido a
la organización de la reproducción social, las mujeres dedican diariamente el triple del tiempo
al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados en comparación con el que dedican los
hombres a las mismas tareas, y son, básicamente, las responsables de niños y niñas[6]. Por
tanto, lo que resulta de todo esto es la sobrecarga de tiempo de trabajo para las mujeres, lo cual
se agrava en hogares de menores ingresos en los que, al tener más dependientes por hogar, las
demandas de cuidados son mayores.

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[1] Debido a la progresiva acumulación de barreras comerciales desde principios de 2018
(principalmente entre los Estados Unidos y China). Página 4, CEPAL 2020


[2] La crisis económica de 2008-2009 produjo la fusión o el acortamiento de varias cadenas de
valor (es decir, se redujo la segmentación de la cadena de valor e incluso se excluyó a algunos
países de ella).  https://www.wto.org/spanish/res_s/booksp_s/aid4trade13_chap3_s.pdf


[3] En 2019 el crecimiento promedio fue apenas 0,1% y estimándose para 2020 un magro
1,3%. El desempleo de 8,1% en 2019 pasaría a 8,4% en 2020.  

https://www.ilo.org/americas/oficina-regional/direcci%C3%B3n-regional/WCMS_740031/lang--es/index.htm


[4] Según datos de CEPAL (2020b) las mujeres representan el 72,8% del total de personas ocupadas en el sector de la salud.


[5] Algunas empresas de alta tecnología ya han aumentado el uso de herramientas de inteligencia artificial para enfrentar la falta de trabajadores por las cuarentenas (CEPAL 2020ª)


[6] Al 23 de marzo de 2020, alrededor de 154 millones de niños, niñas y adolescentes se encontraban temporalmente fuera de las escuelas cerradas a causa del COVID-19. CEPAL 2020

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Referencias
OIT  (2020), “Covid-19 y el mundo del trabajo: repercusiones y respuestas

https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---dcomm/documents/briefingnote/wcms_739158.pdf


Illouz, E. (2020) El coronavirus y la insoportable levedad del
capitalismo.  

https://nuso.org/articulo/coronavirus-capitalismo-emociones-illouz/?utm_source=email&utm_medium=email


CEPAL (2020b) La pandemia del COVID-19 profundiza la crisis de los cuidados en
América Latina y el Caribe.

https://www.cepal.org/es/publicaciones/45335-la-pandemia-covid-19-profundiza-la-crisis-cuidados-america-latina-caribe


CEPAL (2020ª) América Latina y el Caribe ante la pandemia del COVID-19. Efectos económicos y sociales. Informe Especial COVID-19. N°1.
https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45337/4/S2000264_es.pdf

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