Entrevista a Martha Rosenberg
“En el derecho por el aborto hay posibilidades de confluencia y unión de distintas expresiones políticas”
Laura Leonelli Morey
“Tozudez” es la palabra a la que Martha Rosenberg apela para resumir, sin romanticismos, la firmeza de la acción política feminista que, tras décadas la lucha colectiva, logró el aborto legal, seguro y gratuito en Argentina. “Realmente, hay un matiz que tiene que ver con la tozudez, el no abandonar. En tantos momentos parecía tan difícil, tan lejos”, dice un sábado al mediodía, desde su hogar de Buenos Aires, quien por primera vez publicara un artículo sobre el derecho al aborto en 1969.
El artículo está incluido en su último libro, Del aborto y otras interrupciones. Mujeres, psicoanálisis, política (milena cacerola), el cual es –como ella lo define– una suerte de “autobiografía intelectual”, una recopilación de su producción escrita, un viaje y evolución argumentativa de más de 50 años. Medio siglo de tozudez.
Desde esa primera publicación, tuvieron que transcurrir algunos años para que Martha se reconociera como feminista. Fue un día –“habrá sido en el año 73, 74”, rememoró–, caminando, con una amiga, como tantas de nosotras que nos descubrimos feministas a través de nuestros afectos, de nuestras personas más cercanas.
- ¿Cómo abrazaste el feminismo?
- Yo me lo encuentro al feminismo: me lo encuentro en las formas de pensar. Incorporé formas de pensar y no reconocía que era feminista. Era desde siempre una persona con inquietudes políticas pero de repente me encontré feminista, ya bastante grande.
- ¿Cómo fue?
- Me interpeló una amiga. Un día estábamos caminando y me dijo “che, no sé por qué vos no sos feminista”. Me pregunté. Acepté la pregunta.
Martha, psicoanalista y médica, es un símbolo, una referente vigente y permanente, una institución del feminismo argentino y del activismo por los derechos sexuales y reproductivos. Y es firme integrante de la Campaña por el Aborto Seguro, Legal y Gratuito (“la Campaña”), la cual aglutina a cientos de organizaciones y activistas desde su lanzamiento en 2005.
Pero la lucha por el derecho al aborto comenzó a cocinarse antes, especialmente con la recuperación de la democracia argentina (1983). Fueron clave las diversas ediciones del Encuentro Nacional de Mujeres que tiene lugar una vez por año en el país desde 1986 y que, hasta la pandemia del COVID-19, reunía a decenas de miles de personas. En esos encuentros, el tema de la legalización del aborto fue ganando terreno. Allí surgió la Campaña –ideóloga del hoy célebre pañuelo verde– que finalmente logró que el Congreso argentino legalizara el aborto en diciembre de 2020.
Martha fue parte activa de todo este proceso. Y lo sigue siendo.
- Latinoamérica y el resto del mundo están mirando a Argentina. ¿Qué estrategias funcionaron?
- Uno de los ejes importantísimos fue el trabajo de sacar el aborto del silencio, del secreto, de la censura. Fue una estrategia fundante de la Campaña. Lo característico de la consideración del aborto en la escena pública fue taparlo. Pocas mujeres hablaban no solo de sus abortos sino también del problema que era encontrarse con un embarazo no deseado en condiciones de clandestinidad. Instalar el aborto en la agenda pública llevó muchos años de intervenciones en distintos espacios: grupos de mujeres, espacios territoriales, sindicales, universitarios. Desde muy pronto se sintió la necesidad de crear un discurso de legitimación de ese acto tan común en la vida de las mujeres y en la vida social, y tan estigmatizado. Cambiamos las definiciones de las mujeres para los poderosos, que definían a las mujeres que abortan como asesinas, egoístas, locas, irresponsables, malas, malas madres. La categoría de la mujer que aborta era una categoría totalmente abyecta. Abortar hacía de la mujer un personaje estigmatizado y configurado de esa manera muchas veces con el acuerdo de las mujeres mismas. La aceptación de esas definiciones a través de la culpa metida desde la educación, según los estereotipos de género y el pensamiento fundamentalmente eclesiástico, religioso, no solo católico sino también pentecostal, evangélico, todas esas sectas que han florecido en nuestro país y en otros. La sexualidad era solamente para reproducir, era el mandato.
- Cambiar la narrativa y el discurso sobre el significado de la sexualidad pero sobre todo de las mujeres.
- Claro, no es que lo hayamos decidido como estrategia, pero fue nuestra estrategia. Cambiar el discurso sobre las mujeres de manera que el tema del derecho al aborto, como un tema de autodeterminación, de autonomía política de las mujeres sobre ese proceso tan central para la sociedad como es la reproducción de las generaciones, es reconocer un poder de las mujeres que está solamente admitido en los términos de la subordinación a las estructuras patriarcales o a las estructuras capitalistas. Fue realmente una gran cosa la que hicimos (ríe), más allá del hecho puntual de conseguir la ley.
- Se consiguió la ley porque se pudo cambiar la mirada de la sociedad.
- Hubo acción en todos los campos. Y la forma que pensamos el movimiento, la pluralidad, la diversidad.
- Lo federal también, en un país con senadores por provincias.
-Claro, y además la metodología democrática y participativa. Surgimos de las asambleas del año 2000, de los Encuentros Nacionales de Mujeres. Tenemos una genealogía democrática, participativa, pluralista y de diversidad que hemos protegido, cuidado, extendido y aumentado.
- Si bien estos espacios están habitados por una gran heterogeneidad de miradas y de intereses no exentos de tensiones, la lucha por la legalización del aborto unificó al movimiento feminista con una agenda común. Ahora que se logró la legalización, ¿puede suceder que esas tensiones y divisiones se acrecienten?
- La operación primera de la Campaña como acto de fundación y como objetivo fue unificar los movimientos por el derecho al aborto. Movimientos por el derecho al aborto en el país había desde bastante antes. Lo fundacional fue que tenía que ser una campaña. Así fue y así fuimos creciendo durante todos estos 15, ahora 16 años. El tema de las divisiones estuvo siempre presente. En muchos momentos. Las divisiones siempre amenazan, en especial político partidarias. Por eso la pluralidad política fue considerada un bien precioso, lo cual no quiere decir que no hayan ocurrido conflictos importantes, ni que no haya sucedido que los partidos políticos, al ver la calidad y la masividad del movimiento social por el derecho al aborto, hayan operado dentro de la Campaña de maneras muchas veces muy divisionistas.
El juego de la política partidaria
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¿Qué papel jugaron los últimos gobiernos argentinos? ¿Cómo balancear los intereses políticos partidarios dentro y fuera de la Campaña? Martha contó que Cristina Kirchner, durante su presidencia, estaba en contra de la discusión en el Congreso. Y que, a pesar de que la Campaña había presentado un proyecto de ley propio con la firma de diputados y diputadas del partido de la entonces Presidenta, no promovían la discusión en el Congreso por su disciplinamiento partidario.
“En esos momentos fue muy difícil mantener la unidad. No fue gratis tampoco, fue a costa de demoras: se tardó 11 años para que el proyecto de la Campaña llegue a tomar estado parlamentario. Presentamos el primer proyecto en el 2007; recién en el 2018, por primera vez, entró en la agenda parlamentaria, durante el gobierno de (Mauricio) Macri”, resaltó.
Se trató de una “jugada demagógica” -según sus palabras- del entonces Presidente, al darse cuenta que estaba frente a un espacio político de importancia. Tres años antes, en 2015, habían comenzado las movilizaciones masivas del Ni Una Menos, en las que fue incluida la Campaña compartiendo el lema “Ni Una Menos por aborto clandestino”.
“Actualmente creo que [la Campaña] llegó a ser un movimiento que participa de la política nacional con mucho peso, en donde los partidos tienen cada uno su jugada, y trata de recolectar poder desde fuera y desde dentro de la Campaña para sus acciones políticas”, aseguró. Y reconoció como hito la declaración de apoyo a la legalización del aborto de Alberto Fernández, actual Presidente argentino, cuando estaba en campaña electoral.
Si bien no logró la aprobación en 2018, la discusión que se dio entonces fue clave. La marea verde estalló. El pañuelo se comenzó a llevar con orgullo todos los días, a todas horas. Las generaciones jóvenes se incorporaron masivamente al movimiento. Y se sumaron apoyos de variados sectores sin vinculación previa al feminismo activista (como periodistas y actrices) y de gran llegada al público.
- En todo el proceso de debate se vio la calidad de la argumentación feminista, y también fue central que una parte importante de la derecha liberal argentina se expresara y votara a favor. Si en 2018 no se hubiera dado la discusión, en 2020 tal vez muchos habrían votado en contra.
- La discusión en 2018 fue importantísima porque fue una especie de espaldarazo de que el tema tenía que ser debatido, más allá de que finalmente se perdiera en el Senado. Se evidenció concretamente en la conformación del bloque de diputadas que llamamos “las sororas” que la posición del derecho al aborto es transversal, no de un partido, sino que atraviesa a todos. Y hubo realmente discursos excelentes de la derecha; a algunes (legisladores) les costaron cargos políticos. El tema operó como un catalizador hacia adentro de los partidos políticos y en la sociedad. Fue transversal totalmente. Y cuando mencionamos el rasgo de la pluralidad política de la Campaña, tiene que ver con que nosotras no nos definimos políticamente. Sin embargo, hubo muchas discusiones, y creo que todavía existen.
Martha planteó las contradicciones entre la derecha liberal proaborto y la autonomía de las mujeres y personas con capacidad de gestar en sus decisiones reproductivas, sobre las cuales “se entrecruza una serie de dimensiones que tienen que ver con condiciones económicas y culturales”. “El aborto seguro es un privilegio de clases adineradas y educadas”, así como con otros “componentes culturales, religiosos, los acuerdos políticos con el episcopado, con el Papa”.
“Lo que se logró –agrega– fue atenuar esos conflictos y enfocar realmente en el tema del derecho por el aborto, donde sí hay posibilidades de confluencia, de unión de distintas expresiones políticas”.
Las implicaciones políticas del feminismo
Para Marta, lograr un foco de lucha común más allá de las diferencias internas del movimiento crea un tema interesante de discusión acerca de cuáles son las “implicaciones políticas del feminismo”.
-¿A qué se refiere?
-Más allá de que se centre en reivindicaciones muy concretas acerca de las formas de subordinación, opresión, explotación de las mujeres, esto irradia toda clase de explotación y discriminación y estigmatización. Toda la cuestión de la interseccionalidad de las distintas opresiones. Ninguna mujer, nadie es oprimide por un solo eje, el eje de género. Se agrega el eje económico y el de la racializacion, o el de migración; o sea, todo es una trama. Haber mantenido un foco no solo no impidió, sino que facilitó que se produjeran todas estas ramificaciones, coaliciones políticas y adhesiones muy masivas que hemos tenido. Aquí en Argentina, las manifestaciones por el derecho al aborto han sido las manifestaciones más grandes en los últimos años, las más numerosas, más activas, más originales, más inclusivas y que, además, han convocado a las nuevas generaciones.
-Te he escuchado decir cómo la campaña creó comunidad. Sin idealizarlo ni dejar de reconocer las tensiones, ¿no te parece que el feminismo en general crea comunidad? En especial ante un mundo tan lleno de opresiones y desigualdades. ¿Cómo lo ves?
-Yo lo veo primero como una experiencia situada. No es algo teórico; el activismo feminista crea vínculos, realmente crea comunidad que yo creo es muy necesaria para la acción política. Hace muchos años se discutía acerca de la identidad como mujer. Y ahora se vuelve a poner en discusión. Hubo muchas teóricas feministas y muchas personas que hemos escrito sobre la diversidad de las personas que se identifican como mujer bajo ese significante que ha portado la significación de la subordinación, el dominio patriarcal; un significante muy cristalizado como dominado, pero el rechazo de las significaciones tradicionales y convencionales de la mujer siempre ha existido con mayor o menor cuantificación o explicitación, siempre ha habido expresiones de rebeldía, desobediencia. No es que el significante mujer sea solo dominación, también incluye las expresiones de lucha concreta, de enfrentamiento. No es un significante que solamente alude al sometimiento por esa asignación de género. Esa es la pretensión del orden patriarcal. Pero la realidad histórica es que siempre ha habido resistencias. Algo que vos decías, sobre todo en la construcción de un pensamiento feminista es un pensamiento sobre las acciones, las experiencias en el intento de cambiar y resignificar esa palabra incorporando todas las experiencias de conflicto con relación a esa denominación. Y algunas han llegado a realizaciones concretas, como en este caso la legalización del aborto en Argentina; hubo muchas otras antes, como la legalización del divorcio, la ley de patria potestad compartida, por hablar de leyes solamente. La ley de Salud Sexual y Procreación Responsable. Es decir, hubo muchos cambios que fueron desplazando las relaciones de dominación y la solidez del patriarcado. El patriarcado actual no es el mismo que el de fin de siglo XIX. No es lo mismo la mujer que no podía tener un bien a su nombre, o que tenía que pedir permiso al marido para poder ir a trabajar. Las modificaciones se van sucediendo dentro de esa categoría. Y con el afianzamiento sobre las bases de las luchas feministas es que surgen todos los movimientos queer. Han tenido inspiración en que el malestar personal tiene que tener solución colectiva. Es significativo un crecimiento de las acciones de las comunidades queer, y la conciencia de una comunidad queer. Siempre estuvieron en la Campaña. Desde el comienzo hubo compañeres queer que se identificaron en la lucha por el derecho al aborto no solo como solidaridad empática, como fue tal vez en el comienzo, sino como una lucha personal, porque afecta de la misma manera que nos afecta a nosotras la lucha por la identidad de género y el matrimonio igualitario. No es solo una solidaridad por los derechos humanos, sino es una lucha que afecta a toda la sociedad.
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Activismo de la vida cotidiana
Toda esa conquista de derechos es, en cierta medida, un lado luminoso de la historia Argentina. Pero entre 1976 y 1983, el país vivió una de las peores dictaduras de la región, con decenas de miles de desaparecidos y otras tantas decenas de miles de personas en exilio exterior e interior.
-¿Cómo fueron los tiempos de dictadura?
-En la dictadura militar no me fui de Argentina pero me lo pasé encerrada. La única militancia era en la vida cotidiana. La dictadura para mí fue aprender que tenía un campo de militancia en mi vida personal, familiar, sexual, afectiva. Ya estaba asumiendo y estudiando y leyendo mucho psicoanálisis, feminismo. Aprendí a cocinar también. Y ya había comenzado a estudiar psicoanálisis desde un punto de vista muy crítico de la concepción de la femineidad en Freud. Y mis compañeras de estudio, todas las amigas… estaba en un grupo de estudio… ¡me hacés acordar de cada cosa! Teníamos un grupo sobre maternidad en el que estaban Eva Giberti, Gloria Bonder, éramos siete u ocho.
-Debe haber sido difícil en lo profesional ser una psicoanalista crítica en Argentina.
-Muy difícil. Ya tenía una posición marginal por mis críticas a la institucionalidad psicoanalítica en este país, hice mi formación por fuera de ellas, y bueno, teníamos una posición crítica y fue duro. Lo mismo ocurrió con relación a los grupos feministas respecto al psicoanálisis, no fue ni todavía es bien aceptado, incluso si es crítico de su compromiso ideológico con la sociedad del binarismo de género patriarcal. El subtítulo de mi libro es “mujeres, psicoanálisis y política”. A ese nudo no lo quiero desatar.