

25N en Colombia
Una marcha campesina
Zulma Consuelo Urrego Mendoza
Hoy asistí (por primera vez) a la marcha del 25N en el pueblo en el que vivo desde hace un tiempo corto. Fue una experiencia totalmente inédita: me encontré con un grupo de unas cien mujeres, de entre 30 y 80 años, también niñas pequeñas de la mano de sus mamás y abuelas, en su mayoría ataviadas con el atuendo habitual de las campesinas y habitantes de los pueblos sabaneros (ruana de lana de oveja bien gruesa y sombrero).
Estaban antecedidas por una “banda marcial” de niñas de la escuela pública, debidamente vestidas de blanco, que tocaban marchas con sus instrumentos musicales y llevaban una pancarta que decían “Las niñas no se tocan”.
Detrás, estaban las mujeres con sus ruanas… ¡en la espalda portaban sendas cruces de madera muy grandes! Gritaban tres consignas únicas: “mi cuerpo no se mata, no se viola, no se toca”, “mujer: ante la violencia, denuncie, denuncie, denuncie” y “con ropa, o sin ropa, nuestro cuerpo no se toca”. Nunca había estado en un 25N así. Ni un solo pañuelo verde o violeta: solo cruces y ruanas.
Debo confesar que cuando llegué, por un momento, dada la edad promedio de las asistentas y la simbología de las cruces, pensé que estaba en la marcha equivocada… De algunas viejitas antiderechos, contra del 25N. Pero no, eran mis paisanas, apropiadas de la fecha conmemorativa, de la no violencia contra las mujeres, desde sus propios repertorios cotidianos de resistencia que les han permitido sobrellevar las cruces de la violencia machista, y encontrar fortaleza para animarse a romperlas en medio de la camaradería de sus vecinas, hijas y hermanas.
Todo un descubrimiento de otros modos posibles para expresar el feminismo desde el sentir rural, sorprendentes para mí, siempre tan urbana.
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Tenjo, Cundinamarca. Colombia, 25 de Noviembre de 2019.