Nuevo libro
“El segundo sexo en el Río de La Plata”. Trayectorias, críticas y legado en los movimientos feministas
Graciela Sapriza y Susana Rostagnol
Compartimos un fragmento del libro “El segundo sexo en el Río de La Plata”, escrito y compilado por Mabel Bellucci y Mariana Smaldone, para la colección “Historia Urgente” de Marea Editorial.
Desde la orilla oriental[1]
El segundo sexo con su célebre concepto “No se nace mujer, se llega a serlo” ha sido, sin lugar a dudas, uno de los textos que más influencia tuvo en el auge de los feminismos en Occidente, con su irrupción a partir de la segunda mitad del siglo XX.
El 70° aniversario de su publicación fue una oportunidad para pensar en el legado de Simone de Beauvoir entre mujeres de distintas generaciones, muchas que la descubrieron leyendo a otras mujeres. Hablar de Simone, buscar sus rastros en nuestras propias rebeldías, fue lo que nos animó a organizar una Mesa celebratoria de El Segundo Sexo en las Jornadas de Investigación y Extensión de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. A las presentaciones, se sumaron intercambios que mostraban una vez más la vigencia de aquel texto fundante de nuestros feminismos, pero también nos permitió descubrir linajes que nos conformaban y contrastar posiciones sin perder sororidad.
Los textos que componen la Sección III del libro, se agrupan entre aquellos dedicados a ahondar en las traducciones y canales de difusión a través de los cuales se diseminó El segundo sexo, mostrando las vicisitudes sufridas por un libro que abrió caminos en la comprensión de la opresión secular sufrida por las mujeres y de su situación en el mundo a lo largo del tiempo. Otros artículos abordan el impacto del libro en la intelectualidad de los años cincuenta y sesenta en ambas orillas del Plata; y finalmente cierran los que muestran las lecturas de Simone de Beauvoir a través de otras lecturas.
Entre los primeros, el texto de Mariana Smaldone se centra en los inicios de la circulación -edición y traducción- de El segundo sexo y otros escritos, así como de sus múltiples resignificaciones por parte de sus lectoras-escritoras en la conformación de las redes intelectuales, afectivas y políticas (Arnés, 2016) y las constelaciones al Sur (Willson, 2004) que se generaron en torno a dicha recepción.
Por su parte, Elena Ganon ofrece un breve relato de las trabas políticas y editoriales que impidieron una correcta traducción y divulgación de El segundo sexo. En algunos casos se produjeron cortes de capítulos enteros sin ser comunicada dicha omisión por parte de la editorial extranjera a cargo. Además, las prohibiciones por razones políticas o influencias religiosas demoraron el acceso al texto en diversos países, ya que su traducción y publicación fue prohibida o su lectura no recomendada.
Mabel Bellucci ofrece una aproximación a las primeras lecturas de El segundo sexo llevadas a cabo por mujeres y hombres en Buenos Aires en base a entrevistas realizadas a personalidades de la cultura, de la progresía intelectual y política, de las izquierdas y del feminismo histórico. Sus relatos abrieron interrogantes en torno a cómo estas pioneras/os descubrieron al libro y el año en que fue leído, además de sus efectos posteriores en el pasaje de lectoras individuales a sujetos colectivos, en momentos de configuración del feminismo local a partir de los ochenta en adelante. Estas personas llegaron al El segundo sexo por diferentes caminos: desde la curiosidad personal, el asesoramiento de un librero, las sugerencias de una amiga, por el embeleso con la dupla Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, o por la admiración a su pluma. En líneas generales, conocían a Simone por su trayectoria más convencional, omitiendo las múltiples facetas de nuestra autora. Ante todo, era más por su literatura y sus singulares relaciones amorosas que por su obra consagrada. En menor medida, la vinculaban con el existencialismo francés y con las corrientes marxistas.
Susana Rostagnol y Graciela Sapriza
Susana Rostagnol y Graciela Sapriza
El artículo de Graciela Sapriza se centra en la recepción de El Segundo Sexo en el sesenta y ocho en Uruguay, en particular las lecturas que habrían hecho mujeres aún adolescentes antes de convertirse en militantes, activistas o revolucionarias. Esas jóvenes militantes de las izquierdas de los años sesenta y setenta lideraron luego la “retomada feminista” durante la transición a la democracia (1980-1985). Sapriza aborda lo específico de las opciones de las mujeres latinoamericanas que se vieron tensionadas entre: re conocerse como “subalternas”, verse como “otras” a través de la lectura de la obra en cuestión, o asumir su compromiso con las luchas sociales y políticas, impulsándolas a postergar esas “reivindicaciones menores” en pos de la promesa de la “Revolución” con mayúsculas.
En la misma línea, Elisa Pérez ahonda en los Horizontes simbólicos del sesenta y ocho uruguayo a través de producciones visuales de mujeres, trazando posibles encuentros entre poéticas de estas artistas y lecturas beauvoirianas. Estas coincidencias, encuentros y aún desplazamientos, no necesariamente consistieron en citas concretas o representaciones directas de estas obras en el arte, sino que más bien, se trató de un horizonte simbólico que es posible establecer entre realizaciones de mujeres artistas asociadas a estrategias feministas vinculadas de manera libre con el ideario beauvoiriano.
Finalmente, los trabajos de Karen Wild y Lucía Campanella muestran a Beauvoir a través de otras escrituras. Karen Wild en “La Mala cita” aborda a Simone de Beauvoir a partir de la lectura de Judith Butler. Procura rastrear el proceso de singularización que realiza Butler de los conceptos de sexo y de “género”[2] que lee en Simone de Beauvoir en El segundo sexo. No obstante las críticas que le realiza a la escritora francesa -a través del desplazamiento e injerto de algunas cadenas significantes en nuevos contextos-, Butler butleriza a Beauvoir para su propia teoría de la performatividad de género (Femenías, 2012). Esta “infidelidad” de la cita, es una estrategia bastante usada en las corrientes culturalistas de los últimos tiempos en las humanidades y ciencias sociales, que tal vez tenga que ver con el registro de una gramática postestructuralista. Aun así, en Butler y más allá de ella, hacer malas citas podría volverse el eje de una propuesta política.
Campanella propone releer El segundo sexo como herramienta de la emancipación tomando como pretexto dos textos de diversa índole y recientemente publicados: La femme gelée (Annie Ernaux, 1981), traducido al español en 2015[3] y Le privilège de Simone de Beauvoir, reeditado en 2018 (Geneviève Fraisse, 2008). La lectura de Le Deuxième sexe confirma su lugar de texto ineludible para pensar qué significa ser mujer también en el mundo contemporáneo. El diagnóstico que hacía Simone de Beauvoir en 1949 parece ajustarse perfectamente al momento actual, “estamos” -decía- “en un período de transición; este mundo que siempre ha pertenecido a los hombres sigue estando en sus manos, las instituciones y los valores de la civilización patriarcal sobreviven en su mayoría”[4] (de Beauvoir, 1949, s.d.).
No solamente la “verdadera igualdad” entre hombres y mujeres sigue sin existir setenta años después, sino que la situación de emergencia sanitaria mundial que se vivió en 2020 muestra hasta qué punto esos “derechos abstractos”, obtenidos por las mujeres en el mundo a lo largo de los últimos siglos, retrocedían de manera significativa, afectando a la vez el lugar de las mujeres en la vida pública y en el entorno familiar, en el mercado del empleo, en la mecánica de la reproducción sexual y en las diversas dinámicas de violencia.
Montevideo, 24 de agosto de 2020
[1] Prólogo a la Sección III.
[2] Escribo “género” entre comillas porque Beauvoir no utilizó el término. No obstante lo cual, Butler se lo atribuye (Femenías, 2012, 313).
[3] Ernaux, A. (2015). La mujer helada, Madrid: Cabaret Voltaire (Lydia Vázquez Jiménez traductor).
[4] Las traducciones en el cuerpo del texto son de Campanella:“Mais la période que nous traversons est une période de transition ; ce monde qui a toujours appartenu aux hommes est encore entre leurs mains ; les institutions et les valeurs de la civilisation patriarcale en grande partie se survivent. Les droits abstraits sont bien loin d’être partout intégralement reconnus aux femmes [...]. Et les droits abstraits, nous venons de le dire, n’ont jamais suffi à assurer à la femme une prise concrète sur le monde : entre les deux sexes, il n’y a pas aujourd’hui encore de véritable égalité”.