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Tierra desamparada

Patriarcado, Estado y agronegocio avanzan sobre la vida de niñas y mujeres indígenas en Brasil

Débora Britto*

Para los pueblos indígenas de Brasil el genocidio iniciado desde hace más de 521 años, con la llegada de los colonizadores, nunca ha terminado. Dos casos brutales de feminicidio de niñas indígenas brasileñas en agosto de 2021 son pruebas de la continuidad de la violencia que alcanza, sobre todo, a las mujeres.

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Los casos exponen como la colonización es aún una amenaza a las vidas indígenas, actualizada y puesta en práctica de diversas maneras: con los incendios de la Amazonia, con el grillaje o la apropiación de tierras, la minería, la violencia contra la mujer, el agronegocio y el envenenamiento de ríos y suelos. Pero la relación entre violencia contra la mujer, desprotección de los derechos de los pueblos originarios y destrucción de los territorios indígenas causa aún más víctimas entre los cuerpos más frágiles y desamparados. 

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En la tarde del día 4 de agosto, la adolescente de la etnia Guaraní Kaiowá Daiane Griá Sales, de 14 años, fue encontrada muerta en la Tierra Indígena del Guarita, en el municipio de Redentora, en el interior del estado de Rio Grande do Sul. El cuerpo de la joven estaba desnudo, tirado en medio al matorral cerca de un cultivo. Otros rastros de la barbarie cometida contra la joven fueron dejadas expuestas: partes del cuerpo de la cintura para bajo habían sido arrancadas, desgarradas y expuestas a su lado. La investigación sobre el asesinato de Daiane sigue bajo secreto de sumario.

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Cinco días después, el 9 de agosto, Raíssa Da Silva Cabreira, de apenas 11 años, fue violada sexualmente por cinco hombres y muerta al ser arrojada más de 20 metros de altura en una cantera abandonada cerca de la aldea Bororó, comunidad indígena en Dourados, en Mato Grosso do Sul, donde la niña vivía con la familia. De acuerdo con las investigaciones de la policía, Raissa luchó contra los agresores y gritó por ayuda antes de ser arrojada en la cantera. Cinco hombres sospechosos confesaron el crimen, uno de ellos es tío de la niña; todos fueron detenidos.

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El intervalo de una misma semana y el refinamiento de crueldad generaron indignación y revuelta entre los pueblos indígenas. La participación de hombres indígenas y familiares también llama la atención para un problema que sigue ignorado por las políticas públicas. Según el informe Violación en Brasil, datos recogidos entre 2011 y 2014 revelan un alto índice de registros de violaciones de indígenas. El mismo informe apunta que, en 2011, indígenas sufrieron 0,7% de los crímenes registrados. Contra niños, este índice fue aún mayor: 0,9%.

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La devastación de las vidas indígenas sigue al lado de la devastación del territorio y de la naturaleza. Los asesinatos de las dos niñas, lamentablemente, no son casos aislados. Desde que asumió la presidencia de la República, Jair Bolsonaro se volvió el enemigo número uno de los indígenas. Sea  aprobando masivamente retrocesos en la legislación u obstruyendo las demarcaciones de Territorios Indígenas (TIs), el Gobierno de Bolsonaro cumplió lo que prometió en la campaña electoral: no demarcó  “1 cm de tierras indígenas” y paralizó demarcaciones ya realizadas, devolviendo a la Fundación Nacional del Indio (FUNAI) 27 procesos de demarcación para revisión, apenas en el primer semestre de 2019, de acuerdo con el informe “Las mujeres indígenas en la pandemia del Covid-19”, producido por SOS Corpo.

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"Cuando yo digo que el territorio representa algo de mucho valor para nosotros es porque nos sacan el derecho a la educación, a la salud. ¿Cómo viviremos a orillas de la carretera o en un espacio donde los colonizadores llegaron y cada vez más fueron sacándonos nuestros derechos? ¿De nuestra propia casa, de nuestro propio territorio?", cuestiona la líder indígena Telma Taurepang, Coordinadora General de la Unión de las Mujeres Indígenas de la Amazonia Brasileña (UMIAB).

Según informe del Consejo Indigenista Misionero (CIMI) de 2020, las violencias contra los pueblos indígenas están directamente relacionadas a la disputa por la tierra y vienen aumentando rápidamente. En 2019, fueron registrados 276 casos de violencia, más del doble de lo observado en 2018, que fue de 110 situaciones/casos. Los registros son de 113 casos de asesinatos, 33 de amenazas de muerte, 20 homicidios culposos, 24 intentos de asesinatos y 10 casos de violencia sexual contra mujeres indígenas. 

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En el mes anterior, el Campamento Lucha por la Vida (22 a 28 de agosto) fue la mayor movilización de los pueblos indígenas para impedir la aceptación del marco temporal, que definirá el futuro de las demarcaciones de Tierras Indígenas (TIs) en Brasil. 

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"Es una violencia estructural, que sale de todos los ángulos. Vivimos en un país capitalista, que oprime a los pueblos indígenas y las mujeres son las más vulnerables, sin derecho a nada. Sin derecho ni siquiera a la propia vida. Este gobierno no está preocupado con los pueblos indígenas, no está preocupado en traer una política pública para las mujeres indígenas. Ningún gobierno nunca lo ha estado. Está mucho más difícil vivir sin nuestras tierras, a cada día", relata Telma Taurepang.

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Después del asesinato de Raíssa, redes de apoyo pasaron a apoyar a la familia de la niña, que vive en condiciones extremadamente precarias, al margen de una carretera, sin acceso a agua, a un techo y a comida. La devastación estaba allí antes. Como la familia de Raíssa, miles de indígenas están tirados a su propia suerte y en la mira de diversas amenazas. 

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Jaqueline Kuña Aranduhá, del pueblo Kaiowá, mismo territorio en el que Raíssa vivía, en el estado de Mato Grosso do Sul, recuerda que el estado donde viven es donde más se han hecho experimentos con agrotóxicos. "Las consecuencias de las plantaciones del agronegocio en torno de la comunidad son enfermedades que afectan en su mayoría a las mujeres. La diabetes, el cuerpo obeso, sin embargo desnutrido, cáncer de útero, enfermedades de piel son comunes", relata. La reserva indígena más populosa del país es un laboratorio a cielo abierto de venenos del agronegocio. 

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Por lo que pasan los pueblos indígenas hoy, todo el mundo va a pasarlo mañana, alertan los pueblos indígenas. "En esta época de cosecha se ven inmensos camiones, uno tras otro, para transportar el maíz que fue cosechado. Se ve la inmensa, infinita tierra que no tiene un árbol siquiera. Se siente el calor de la tierra. Los especialistas ya dicen que dentro de diez años la tierra nos va a cobrar. Dentro de diez años va a ser imposible respirar el oxígeno", alerta Jaqueline. 

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RECUERDEN SUS NOMBRES: 

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Daiane Griá Sales Kaingang. Raíssa Da Silva Cabreira Guaraní-Kaiowá. 

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Un pedido de las mujeres indígenas es de que recordemos los nombres de las niñas. No permitir que sean olvidadas - o recordadas apenas por la violencia que sufrieron - es una forma de luchar por la memoria. Aun después de la muerte, son parte de la ancestralidad. En la cosmología indígena, son parte de un todo y son una sola.

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"Una fue encontrada en una plantación de soja, la otra siquiera tuvo derecho de cumplir 15 años. Además de haber sido asesinadas y violadas, después de que hayan caído en esta tierra aún son víctimas de las palabras del propio hombre, que dijo que tuvo consentimiento de ellas. Una intentó defenderse de todas las formas posibles, pero ella fue callada, arrojada desde un peñasco. Es difícil para nosotras mujeres vivir en territorios no demarcados porque los colonizadores están allá y traen consigo el feminicidio", dice Telma Taurepang.  

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Aún así, la denuncia e indignación de mujeres indígenas en las redes sociales lograron romper con el silencio sobre los crímenes en los medios de comunicación en la sociedad. Después de una intensa repercusión en los medios digitales, periódicos de gran circulación publicaron los casos. 

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Para Jaqueline Kuña Aranduhá, que es también consejera de la Gran Asamblea de las Mujeres Kaiowá y Guaraní, cursa la Maestría en antropología por la UFGD y es madre de Jajazinha, el silenciamiento y el racismo de la sociedad y los medios amplifican la violencia del gobierno anti-indígena. El caso de Raíssa fue informado y distorsionado, alerta ella. "El diario es reflejo de una sociedad machista, racista que viene con esos discursos coloniales. Ella fue desgarrada. Nosotros acompañamos a la familia más a fondo y sabemos que son tantas Raíssas por ahí, pero cuando estalla un caso como éste en los medios de comunicación, todos dicen que quieren hacer algo".

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Las mujeres indígenas, desde temprana edad, están expuestas a diferentes formas de violencia, entre ellas la explotación sexual de niños y adolescentes; la inexistencia de políticas públicas de apoyo a víctimas de violencia doméstica; la dificultad del acceso a la salud y atención en servicios públicos por la dificultad del idioma; la retirada de bebés recién nacidos por el Estado por supuesta negligencia - generalmente asociados a condiciones de extremada pobreza - y el silenciamiento de denuncias de violencia y acoso sexual.

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En la evaluación de Jaqueline, la Ley Maria da Penha no fue hecha pensando en la realidad de las mujeres indígenas. "¿Qué significa una mujer con medida protectora dentro de la comunidad? ¿Quién va a garantizar que el agresor, el abusador esté a algunos metros de distancia? ¿Qué significa aquel pedazo de papel? Ya hubo casos en los que la mujer fue asesinada enfrente de su familia. Nosotros gritamos a los cuatro vientos de este mundo, vamos a construir un párrafo que atienda a las mujeres indígenas. Necesitamos hacer algo por muchas otras niñas que están vivas", dice desafiante, sin esconder su urgencia e indignación.

LA VIOLENCIA ESTRUCTURAL VINO CON LOS INVASORES

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En un informe de 2016, la Organización de las Naciones Unidas también destacó la gravedad de la violencia contra indígenas en el mundo: de acuerdo con los datos, se estima que una de cada tres mujeres indígenas sufrirá violencia sexual a lo largo de la vida.

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Según datos del Sistema de Información de Agravios de Notificación (Sinan), del Ministerio de la Salud, entre 2007 y 2017 fueron registradas 8.221 notificaciones de casos de violencia contra mujeres indígenas. En un tercio de ellos, el agresor es una persona próxima, como el ex o actual compañero. La violencia localizada dentro de las aldeas es otro problema silenciado. Las indígenas vienen cuestionando las estructuras que permiten la continuidad de esta violencia, pero no es un trabajo simple.

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Como Rita Segato y Julieta Paredes, Elisa Pankararu, profesora indígena, Master en antropología y coordinadora de la APOINME (Articulación de los Pueblos y Organizaciones Indígenas del Nordeste, Minas Gerais y Espírito Santo), rescata la importancia del entroncamiento patriarcal y de otro tipo de virus, el patriarcal, diseminado por los invasores de las tierras brasileñas. "Se hace necesario que nosotras mujeres estemos en el frente de la lucha, y siempre hemos estado, para puntualizar que el machismo, racismo y la misoginia no pertenecen a nuestra cultura. Hace parte de un entroncamiento patriarcal que viene con el colonizador".

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II MARCHA DE LAS MUJERES INDÍGENAS - REFORESTAR MENTES Y CURAR LA TIERRA

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Con la pandemia del Covid-19, Jaqueline Kuña Aranduhá recuerda que las indígenas siquiera tuvieron derecho de quedarse en casa. "No tuvimos el privilegio de quedarnos en casa porque había muchas familias con hambre, muchas compañeras necesitando de auxilio. Y nosotras poniendo nuestros cuerpos para llegar donde el Estado no llega. En este medio, muchas de nosotras partieron". No por eso la lucha es menos importante. Por el contrario, el llamado viene creciendo.

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Impulsadas por el deseo de transformar la realidad de los pueblos indígenas brasileños, las mujeres indígenas se movilizaron en otro momento histórico de lucha. La segunda Marcha de Mujeres Indígenas se llevó a cabo del 7 al 11 de septiembre de 2021, con el tema “Mujeres Originales: Reforestando mentes para la curación de la Tierra” y reunió a 6.000 mujeres de 170 pueblos indígenas. Luego de mucha tensión y amenazas de grupos de derecha, simpatizantes del gobierno y la política de Bolsonaro de desmantelamiento del Estado y muerte, las mujeres llevaron a cabo una gran marcha que recorrió las calles de Brasilia el 10 de septiembre, exigiendo la demarcación de tierras indígenas, contra el avance y la violencia de la agroindustria, la minería y las acciones ilegales en territorios indígenas. La protección de la tierra, del territorio y de los cuerpos de las niñas y mujeres indígenas está conectada a la propia fuente de la vida, según la cosmología ancestral indígena.

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"El territorio es nuestro cuerpo, nuestro espíritu. Tiene todo que ver con el cuidado de la vida y con la madre Tierra. Estos dos casos de violencia contra las niñas indígenas llegan a la agenda de la marcha y tienen que estar. No podemos ver la violencia contra nuestros pueblos como literatura, como mala administración, como negligencia. Tiene que estar en las estructuras, es realmente racismo. Y la faz más perversa del proyecto de genocidio indígena es contra las mujeres", dice Elisa Pankararu.

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"El racismo tiene punto de vista cosmológico, viene con el fundamentalismo religioso, cristiano, patriarcal. Como dice Ailton Krenak, esos vecinos están enfermos, tienen la mente contaminada. Es necesario reforestar, pues ellos están enfermos, no están consiguiendo ver". Ella invita a los pueblos indígenas, mujeres negras, blancas y de otras etnias a resistir y luchar con ellas. 

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El llamado de las mujeres indígenas es para romper con el mundo capitalista y patriarcal. Es necesario resistir para existir, reforestar y curar la sociedad.

* Débora Britto es periodista antirracista, mujer negra y feminista, activista por los derechos humanos y el derecho humano a la comunicación. Reportaje especial para Revista BRAVAS.

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