
Redescubriendo a Serafina Dávalos
UNA PENSADORA DE ACCIÓN
Su impacto en el feminismo es incalculable. Con su tesis, la primera doctora en derecho del
Paraguay defendió la igualdad de género. Fue la primera mujer integrante del máximo tribunal
de justicia del país, aunque, paradójicamente, nunca pudo ejercer su ciudadanía. Serafina
Dávalos es una de las principales referentes históricas del feminismo en Paraguay.
Adriana Closs
A finales del siglo XX, en Paraguay se inició un proceso de rescate de mujeres que habían sido
dejadas de lado por una historia hasta ese momento dominada por los hombres. Mujeres que
desde fines del siglo XIX y principios del XX construyeron pensamiento y acción para avanzar
hacia una sociedad más justa y democrática. Serafina Dávalos fue una de ellas. En septiembre
pasado a través de un encuentro virtual un grupo de personas investigadoras conmemoró su
vida, ideas y obras y fue más allá: hizo un repaso de aspectos de su vida personal tan
revolucionarios como su pensamiento en un contexto en el que, por ejemplo, las paraguayas
tenían negado el derecho al voto y podían trabajar únicamente con autorización de sus esposos.
El encuentro se denominó “Serafina… en setiembre y siempre”, porque el mes de septiembre
marca hitos en su historia personal: su nacimiento, la presentación de su tesis doctoral, y su
muerte.
Durante su vida, Serafina fue una mujer importante. Luego de su muerte fue quedando en el
olvido, hasta que investigadoras feministas la redescubrieron en los años noventa del siglo
pasado. Y aún hoy hay mucho por descubrir. Serafina nació el 9 de septiembre de 1877. Su
sobrina nieta, Rosmary Dávalos, participó en la charla compartiendo su historia familiar, que se
inicia en el siglo XVII, con su abuelo José Dávalos y Peralta, el primer médico de lo que hoy es
Asunción, y además uno de los jefes de la Revolución Comunera, una serie de levantamientos
contra la Corona Española que culminó con una reacción fuerte del imperio, razón por la cual
migró a la ciudad de Ajos (actual Coronel Oviedo), a 120 km. de la capital. Allí nació Serafina.
En su proyecto de vida y profesional, siempre contó con la aprobación y el apoyo económico
de su padre, Gaspar Dávalos, quien le dio la aprobación que necesitaba para realizar sus
estudios más allá de la educación primaria en un tiempo en que las mujeres no gozaban de
ningún tipo de autonomía. Realizó sus estudios secundarios ya en Asunción, y en 1907 se
recibió como doctora en derecho con la tesis titulada “Humanismo”: Un hito en la historia del
feminismo paraguayo y latinoamericano que fue reeditado por el Centro de Documentación y
Estudios en 2007, a 100 años de su publicación.
“Todas las veces que se habla del «Problema de la Mujer», lo
que más despiadadamente se explota en contra de ella, es su condición
de madre. En efecto, sus impugnadores declaman sobre lo sublime y
santo de la maternidad, haciendo alarde de una sensiblería hipócrita, la
llaman misión celestial, sacerdocio divino ... y luego enuncian, con los
honores de una verdad inconcusa, que la única misión de la mujer,
es la de ser madre”.
Humanismo, de Serafina Dávalos.
Al culminar su carrera en la Facultad de Derecho, Serafina le pidió a su hermano Nicasio, sin
estudios universitarios, que trabajara con ella en su estudio jurídico. Era necesario contar con
una figura masculina para ejercer la profesión. De su experiencia como abogada, la historiadora
Mary Monte pudo rescatar hace unos meses atrás a Ramona Garay, una de las clientas de
Serafina, quien también se desempeñaba en un trabajo poco usual para las mujeres: la
producción y exportación de yerba mate. Ramona viajaba a Buenos Aires a bordo de los
barcos mercantes para vender su producción. Hacia 1908 fue engañada por especuladores que
-por ser mujer- pensaron que sería fácil apropiarse de sus fardos de yerba a un menor precio:
“No imaginaron que Ramona tenía una poderosa abogada que la sacó de la difícil situación.
Esa poderosa abogada era Serafina Dávalos”. Al correrse la voz de que Serafina defendía las
causas laborales de las mujeres, su reputación adquirió notoriedad en las oficinas judiciales.
Abogada y pensadora adelantada a su tiempo, también se comentaba que era lesbiana. [1] La
personalidad de Serafina influyó en las mujeres de su familia, particularmente en su sobrina
Georgina, quien se convirtió en una de las primeras mujeres médicas del Paraguay. “No le
hagas caso a las críticas, a mí también me criticaron mucho cuando era estudiante y tuve que
soportar que en más de una ocasión, caminando yo por las calles de Asunción, mucha gente se
apartara”. Según Rosmary, esa frase quedó imborrable en los recuerdos de la familia.
El impacto de su pensamiento fue tal, que Serafina fue reconocida con el discurso de clausura
del Primer Congreso Femenino Internacional realizado en Buenos Aires, en 1910, donde
además presidió la Comisión de Derechos y fue nombrada integrante de la directiva de la
Federación Panamericana de Mujeres, fundada durante el encuentro. Su discurso incluyó la
necesidad de establecer “la igualdad entre obreros y obreras”, ideas que tres años antes ya había
plasmado en su tesis.
El contexto político en el que vivió, y ayudó a modificar
A principios del siglo XX, en plena reconstrucción tras la guerra de la Triple Alianza, ser mujer
profesional era una tarea extremadamente difícil en un país que no sólo negaba la igualdad de
derechos sino que atravesaba una fuerte inestabilidad política. Entre 1904 y 1912, cuando
Serafina empezaba a ejercer la abogacía, se sucedieron nueve gobiernos y cinco revoluciones.
En ese contexto, Serafina logró el respeto de la clase política y de sus colegas, al punto que
podía participar de igual a igual en espacios hasta ese momento netamente masculinos. Esta
fotografía, hace poco descubierta por Mary Monte y presentada a modo de primicia en el
encuentro, lo demuestra. Allí, en el centro, está Serafina junto al resto del plantel docente de la
Facultad de Derecho, donde fue la única mujer catedrática por varias décadas.

Fue la primera mujer nombrada integrante del Superior Tribunal de Justicia, lo que actualmente
es la Corte Suprema, instancia principal del Poder Judicial. Insistió en el argumento de que no
existía impedimento legal para otorgar derechos a las mujeres, como el voto, que las mujeres
pudieron ejercer muchos años después de su fallecimiento.
Aunque no se denominó a sí misma feminista, sino humanista, Serafina integró todos los
colectivos y organizaciones feministas fundados en Paraguay a partir de 1920, como el Centro
Feminista Paraguayo de 1920, la Asociación Feminista de 1929, la Unión Femenina del
Paraguay de 1936, y la Liga Paraguaya Pro Derechos de la Mujer, entre otros espacios. También
era columnista del periódico “El Feminista”, donde fue la única autora que firmaba con
nombre y apellido.
Una característica de su pensamiento fue la preocupación por el futuro, al contrario que sus
colegas varones, siempre ocupados en el pasado. Mientras ellos concentraban los debates en la
tiranía, la libertad y la regeneración de la identidad paraguaya, Serafina ponía énfasis en la
importancia de la educación. Se graduó en el Colegio Nacional de la Capital y al mismo tiempo
culminó el magisterio. Con su incursión y la de otras colegas se fue configurando un proceso
de feminización de la educación, a criterio del historiador David Velázquez Seiferheld, hecho
que causó cierta molestia en los hombres maestros, que pasaron a ser minoría. En 1908, se
convirtió en la primera mujer en integrar el Consejo Nacional de Educación, donde compartía
ideas con grandes pensadores, todos varones. Su vocación docente también la llevó de regreso
a la Facultad de Derecho, donde fue la única mujer que ejerció la docencia por varias décadas.
Aunque se destacó como maestra, Serafina abogaba también por otras profesiones fuera del
magisterio y orientadas a la independencia económica de la mujer. Así fundó en 1908 la
Escuela Mercantil de Niñas, luego Escuela de Comercio, con la consiguiente aparición en las
oficinas de mujeres contadoras, taquígrafas y secretarias.

“Teniendo en cuenta la atrofia intencional
de todas las facultades de la mujer,
sería absurdo afirmar que la naturaleza
le haya impuesto su posición
actual por razón de sexo”.
Humanismo, de Serafina Dávalos.
Durante los años de vida de Serafina, el humanismo fue de una de las corrientes
emancipatorias más importantes. La defensa de la ciencia y de la razón humana formaban parte
de un vaivén de discusiones que se entrecruzaban con las ideas de igualdad de derechos entre
las personas y, en particular, entre hombres y mujeres.
A inicios del siglo XX, Serafina ya diferenciaba lo biológico de cultural, aspecto clave en la
teoría de género. “En su tesis doctoral llega a la conclusión de que la discriminación que lleva a
pensar que la única función de la mujer es producir hijos en realidad no tiene que ver con la
biología, sino que es producto de la cultura y las relaciones de poder”, señala la politóloga e
investigadora feminista, Line Bareiro.
¿Dónde está enterrada?
Serafina falleció el 27 de setiembre de 1954, y pese a los enormes esfuerzos por encontrarla,
hasta ahora su tumba no ha sido hallada. Una teoría es que, por su posición abiertamente
anticlerical, fue enterrada como NN en el cementerio de La Recoleta, el más antiguo de
Asunción.
Todavía quedan fragmentos de su vida por descubrir, como su afiliación política. Difícilmente
una mujer como ella no estuviera vinculada al ámbito de los partidos. Algunas hipótesis la
ubican cerca de la Asociación Nacional Republicana, el Partido Colorado, aunque también
compartía espacios con hombres de otros partidos e ideologías, como el liberal Cecilio Báez o
el anarquista Rafael Barret, quien la llamaba “La reina de La Colmena” en referencia a una
tertulia literaria de la que ambos formaban parte. Lo cierto es que su vida, su historia y su
legado siguen causando admiración. Una fascinación que restituyó a los feminismos una
pensadora latinoamericana de enorme valor.
“Estas mujeres pasan la primera edad acariciando la esperanza
de un casamiento próximo, y más tarde, convertido en humo el dorado
sueño, sin poder ser mujer de su casa porque, a pesar de querer, no se
han formado un hogar propio, no tienen otro camino que la iglesia,
se las ven escurrir el bulto por la calle a todas horas; ¿dónde van? a
asistir con puntualidad británica a los diferentes oficios eclesiásticos en
carácter de miembros de alguna cofradía que dice haber encontrado el
camino más corto para llegar al cielo”.
Humanismo, de Serafina Dávalos.
[1] Serafina convivió por largos años con Honoria Balirán, a quien algunos documentos presentan como su secretaria y otros como amiga.