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Imaginar el futuro

Lilian Celiberti

Para imaginar un futuro de justicia es necesario desestabilizar las formas dominantes de la subjetivación y ser capaces de desplegar colectivamente nuevos imaginarios emancipatorios, como sugestivamente propone Suely Rolnik en “Esferas de la Insurrección”. Para ello se requiere el desarrollo de nuevas perspectivas teóricas y políticas que cuestionen, confronten y pongan en debate las experiencias sociales, incluyendo los desconciertos y desencantos que provoca el escandaloso crecimiento de las desigualdades.

 

Las trayectorias feministas se han confrontado con las izquierdas partidarias desde los inicios de los 80 en América Latina (AL), colocando en debate dimensiones radicales acerca de la libertad, la justicia, la democracia, el poder y la opresión, generando nuevas perspectivas teóricas y simbólicas, nuevas agendas ciudadanas, nuevas leyes y políticas públicas. Se expandió capilarmente en la sociedad y hoy irrumpe con una crítica anticapitalista y antipatriarcal para cuestionarlo todo.
 

Cuando los partidos de izquierda llegaron al gobierno en AL, muchas de las proyecciones esperanzadoras se vieron frustradas debido al impulso dado a propuestas neo-desarrollistas y extractivistas. Las transformaciones anticapitalistas fueron sustituidas por las mejores prácticas de gestión del capitalismo orientadas  por el paradigma del “crecimiento”, colocadas como condición para la redistribución. Esta lógica no ha permitido diferenciar las propuestas económicas de la izquierda de las lógicas depredadoras del capitalismo extractivista.  Se hablaba entonces, “de la posibilidad de construir alternativas al desarrollo, incluso desde las políticas públicas nacionales o regionales, sobre la base de las constituciones. Sin embargo, posteriormente los gobiernos reformaron estas constituciones o pasaron sus preceptos por alto con muchas leyes secundarias, para poder implementar proyectos desarrollistas” (Gabbert y Lang, 2019:14). 

 

En el Manifiesto Socialista de Bhaskar Sunkara, el autor alerta cómo “cualquier socialdemócrata, sean cuales fueren sus intenciones, siempre constatará que es más fácil moverse hacia la derecha que hacia la izquierda” y agrega: hoy en día, aun más que en el siglo XX, los socialistas democráticos enfrentan no solo el problema de cómo ganar poder sino el de cómo eludir el intento del capital de socavar su programa” (Sunkara, 2020:242). Resulta interesante subrayar algunas de las preguntas que se formula este Manifiesto, a pesar de que una parte significativa de las experiencias rescatadas refieren a Estados Unidos y Europa y desconoce al protagonismo del movimiento feminista en los escenarios actuales. ¿Cómo logramos las “reformas no reformistas” que no solo beneficien a los trabajadores a corto plazo sino que los potencien para ganar las batallas que su implementación va a provocar? (Ibídem).

 

Las “reformas no reformistas” fueron ensayadas en las reformas constitucionales que establecen la plurinacionalidad, los derechos de la naturaleza y la búsqueda de alternativas al desarrollo capitalista en la región. Estas y otras propuestas innovadoras revalorizaban y re definían el rol del Estado. Abrían la posibilidad de una “transición paradigmática”, según De Sousa Santos, que dependía de cómo se desarrollaran los diferentes ejes conflictivos, tanto étnicos, regionales, culturales, como de clase (De Sousa Santos, 2010:130).  En un terreno, sin duda de extrema complejidad, suponía poner en juego prácticas políticas e institucionales nuevas, y es precisamente en el terreno de las prácticas políticas donde las experiencias comienzan a frustrarse. 

 

De Sousa Santos analizaba siete dificultades a enfrentar que resultan útiles para ordenar el debate: 1) la dificultad para refundar (el Estado) una institución que tiene más de trescientos años; 2) el hecho de que su transformación supone una lucha política, pero también una social, cultural y subjetiva; 3) que para ello era necesario construir una amplia alianza social; 4) que por tratarse de una demanda civilizatoria se requería el desarrollo de una pedagogía intercultural y de políticas de reconocimiento para avanzar en el cambio; 5) que no basta con un cambio político e institucional; se requiere un cambio de relaciones sociales, culturales y económicas; 6) la dificultad de integrar, en un marco intercultural, las prácticas e instituciones locales propias de los pueblos indígenas que han sobrevivido en el tiempo, en el nuevo marco plurinacional; 7) que una nueva institucionalidad estatal enfrenta simultáneamente, en el imaginario colectivo, el fracaso del Estado de los soviets y el atractivo del Estado de bienestar impulsado por la socialdemocracia. 

 

Cada una de las dificultades constituyen áreas de análisis muy específicas para construir estrategias de largo plazo, con capacidad de consolidar las tendencias abiertas.  Lo sucedido amerita, por tanto, reflexiones en profundidad que no involucran solo a los actores concretos sino a todo el espectro definido como “la izquierda latinoamericana”, a pesar de sus diferencias. Hacer un balance crítico de la década de los gobiernos progresistas en la región, parecería ser una tarea urgente para los partidos que pretendieron representar los intereses colectivos emancipadores (y aquí radica una primera dificultad en el análisis): ¿quieren realmente representar una propuesta emancipadora? 

 

Bregar por un horizonte alternativo al capitalismo ha desaparecido de los discursos de la mayoría de las izquierdas partidarias de América Latina. Políticas públicas redistributivas, revalorización del Estado y una agenda de derechos humanos y de inclusión, tienden a sustituir el debate de las luchas anticapitalistas en el discurso, pero también en la práctica. Abrir un debate significativo implica explorar las raíces de los déficit epistémicos, culturales y políticos de las izquierdas latinoamericanas. Rastrear y mapear los cambios discursivos y de horizontes, puede ayudar a identificar nuevos rumbos para las luchas sociales. 

 

Es una tarea que tiene el desafío, como propone Escobar, de “ampliar el espacio epistémico y social de lo que tradicionalmente se ha considerado pensamiento crítico latinoamericano”. Escobar propone incluir junto al pensamiento de izquierda al menos dos grandes vertientes que surgen de las luchas y el pensamiento “desde abajo”: el pensamiento autonómico y el pensamiento de la tierra (Escobar, 2016:342). Desde la perspectiva feminista es necesario, sin embargo, incorporar una tercera dimensión crítica: el pensamiento desde el cuerpo, las relaciones de poder que lo atraviesan, su inviolabilidad y autonomía, que articula la interdependencia de otros cuerpos que requieren de cuidado y son ecodependientes de la naturaleza. El Capitalismo, dice Rita Segato, necesita del orden patriarcal; eso nos muestra con su embestida fundamentalista. “Desacatar, erosionar, desmontar el patriarcado es un gesto revolucionario de una magnitud que otras gestas revolucionarias no percibieron” (2019:42).

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La izquierda feminista: cuerpo y territorio.

La mayoría de las corrientes feministas se identifica con un campo de izquierda que siempre está en solidaridad y disputa, con los partidos que dicen representarla. Son prácticas políticas feministas con la izquierda bajo la piel, como dice Paul Preciado. La radicalidad de la propuesta feminista desborda la política entendida como sistema de partidos electorales y en particular las alianzas policlasistas de los progresismos latinoamericanos. Se confrontan, por tanto, con una cultura de izquierda que se centra en la administración y gestión del capitalismo. Un progresismo que tiende a reproducir una división obsoleta, tanto teórica como política, entre “lo político” como gestión del Estado, y las relaciones sociales cotidianas en las que la exclusión social, el patriarcado y el racismo, impactan en los cuerpos de las personas, y particularmente sobre las mujeres y las disidencias sexuales. La izquierda y el pensamiento crítico ha tendido a minimizar las dimensiones que atañen a las raíces patriarcales de las relaciones entre hombres y mujeres, la heteronormatividad, el sexismo y el racismo, en suma, el núcleo patriarcal de la exclusión. Dice Rita Segato que “Las derrotas de la historia reciente nos van mostrando que, sin colocar en foco y dar centralidad al desmonte del mandato de masculinidad y a la desarticulación del orden político patriarcal, no será posible reorientar la historia hacia un mundo capaz de traer más bienestar para más gentes” (2019:48).

 

En los últimos años en América Latina, las luchas contra el extractivismo han movilizado a mujeres muy diversas para enfrentar las explotaciones mineras, la instalación de hidroeléctricas, los agrotóxicos y megaproyectos. Estas luchas, fueron desarrollando diálogos, encuentros, tribunales populares de denuncia, que hicieron posible entrelazar las voces de mujeres urbanas, indígenas, afros y campesinas y crearon consignas comunes que, a pesar de la diversidad de los feminismos, se integran hoy en el pensamiento colectivo común. “Nuestro cuerpo, nuestro territorio” es una de ellas. Estas prácticas habilitaron también los encuentros entre perspectivas teóricas que surgen de diferentes campos epistémicos como la ecología, o la economía feminista. 

El diálogo entre ambos paradigmas es urgente e imprescindible: “desprivatizar y desfeminizar la responsabilidad de sostener la vida; que ésta pase a ser el eje sobre el que pivote una economía distinta. Por eso, aunque aún no tengamos del todo clara la articulación política que queremos darle, sabemos que la subversión recorre la senda del decrecimiento eco feminista”, señala la economista Amaia Perez Orozco (Pérez Orozco, 2017: 34).

 

La perspectiva ecológica enfatiza el principio de eco-dependencia de las sociedades humanas con la naturaleza. Los ciclos naturales renuevan y auto organizan los procesos de polinización, fotosíntesis y de regeneración del agua que necesitamos para vivir. El capitalismo ignora éstas relaciones de dependencia y los límites físicos de la naturaleza. Esta “ignorancia” se sustenta en las orientaciones de la escuela económica neoclásica, que basa su dinámica expansiva en la explotación del trabajo humano, la extracción de materiales finitos y la aceleración de los ciclos naturales. Es un modelo que lleva al límite la capacidad de reproducción de la naturaleza, y los tiempos de vida de las personas, hasta el extremo de colocar como contradicción el capital y la vida. (Perez Orozco, 2014, 2017; Herrero, 2017). La economía feminista subraya la honda contradicción entre la reproducción natural y social de las personas y el proceso de acumulación de capital, mientras que la economía ecológica enfatiza la inviabilidad de un metabolismo económico inconsciente de los límites biogeofísicos y de los ritmos necesarios para la regeneración de la naturaleza, como plantea desde la perspectiva ecofeminista Yayo Herrero. 

 

Descolonizar el pensamiento de las izquierdas requiere revisar conceptualmente las categorías y los mapas de ruta con los cuales hemos interpretado los problemas. Sospechar de las palabras y los conceptos para cuestionar los mapas conceptuales con los que se ha interpretado la realidad. La posibilidad de pensar los problemas simultáneamente desde la perspectiva feminista, antirracista, ecológica, no binaria, abre el espacio para crear nuevas categorías e interrogantes. 

Referencias

De Sousa Santos, Boaventura. Descolonizar el saber, reinventar el poder. Trilce. Montevideo, 2010.  

Escobar, Arturo. Desde abajo, por la izquierda y con la tierra. La diferencia de Abya Yala/Afro/Latino- América en: Rescatar la esperanza. Más allá del neoliberalismo y el progresismo. Entrepueblos, Barcelona, 2016.

Gabbert, Karin y Lang, Miriam. ¿Cómo se sostiene la vida en América Latina? Feminismos y re-existencias en tiempos de oscuridad. Grupo permanente de Trabajo sobre Alternativas al desarrollo. Fundación Rosa Luxemburgo/ Ediciones Abya Ayala. Quito, 2019.

Herrero, Yayo. Economía ecológica y economía feminista: un diálogo necesario, en Cristina Carrasco Bengoa y Carmen Días Corral (Eds.): Economía feminista, desafíos, propuestas, alianzas. Entrepueblos. Barcelona, 2017.

Pérez Orozco, Amaia. La subversión feminista de la economía. Traficantes de sueños. Madrid, 2014.

Pérez Orozco, Amaia. ¿Espacios económicos de subversión feminista? En Economía feminista: desafíos, propuestas, alianzas. Entrepueblos Barcelona, 2017.  

Rolnik, Suely. Esferas de la insurrección. Apuntes para descolonizar el inconsciente. Tinta Limón. Colección Nociones Comunes. Buenos Aires, 2019.

Segato, Rita. ¡Ningún patriarca hará la revolución! En: Gabbert Karin, Lang Miriam; ¿Cómo se sostiene la vida en América Latina? Feminismos y re-existencias en tiempos de oscuridad. Quito, 2019. 

Sunkara, Bhaskar. Manifiesto socialista. Por una política radical para un mundo que se volvió invisible. Siglo XXI editores. Buenos Aires, 2020. 

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