Graciela Sapriza
Transgresoras.
Mujeres de ambos lados del océano

En setiembre de 2018, en el Memorial Democrático de Catalunya, España, una exposición reunió en un solo espacio historias de vida de mujeres trasgresoras de un lado y otro del Atlántico. Mujeres precursoras, pioneras de la emancipación que vivieron en Uruguay y España a comienzos del siglo XX. Están asociadas a la conquista del sufragio, de los derechos civiles, el derecho al cuerpo propio, a pintar, a ser creativas, libres, autónomas, más allá del costo vital que esas opciones tuvieron para ellas. En abril esta muestra llegó a la Institución de Derechos Humanos uruguaya. El propósito es que la exposición recorra el país en busca de otras historias de mujeres que amplíen el núcleo inicial de nuestras pioneras. Aquí seleccionamos algunos pasajes de los textos del catálogo. Los artículos, fotos e ilustraciones se encuentran en este enlace .
Las elegidas son mujeres avanzadas que trajeron de la mano el proyecto de la Modernidad. Sus luchas acompañaron las transformaciones aparejadas por la inmigración masiva[1] la rápida urbanización, el inicio de la industrialización y la formación de las clases trabajadoras y las capas medias. Supieron descubrir el mensaje de igualdad entre los sexos en las doctrinas sociales que se difundieron en el período; en particular las del anarquismo y el socialismo.
María Collazo fue una de las organizadoras de la huelga de inquilinos de la ciudad de Buenos Aires en 1907 y por ello fue expulsada de la Argentina. Emigró al Uruguay junto a otra dirigente anarquista; Juana Buela con quien desarrollará una intensa actividad de difusión de las ideas libertarias a través de los periódicos de ideas La nueva Senda y La Batalla.
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María entabló una amistad para toda la vida con la argentina Virginia Bolten, relación pautada por los avatares políticos que las llevó a transitar constantemente de una orilla a la otra del Río de la Plata. Virginia había dirigido el periódico “La Voz de la Mujer” (1897 [2]) cuyo lema era “Ni dios, ni patrón, ni marido”. Con esas credenciales no es difícil concebir que junto a la española Juana Buela [3] hayan fundado el Primer Centro Femenino anarquista en Buenos Aires en 1907. En ese año nació la cuarta hija de María Collazo, Venus (en 1905 y 1906 Espartaco y Themis) y con ellos a cuestas debe afrontar la extradición en cuanto se produjo la reacción contra los “agitadores” de la huelga y la aplicación de la Ley de Residencia.
Las mujeres ocuparon un lugar destacado en las luchas sociales, encabezaron manifestaciones, organizaron centros femeninos, publicaron artículos y hasta dirigieron periódicos. Fueron perseguidas, deportadas, vigiladas por la policía del Orden Social y por eso fueron solidarias con quienes eran hostigados de igual modo.
El destino de las expulsadas de Argentina en 1907 fue ese Uruguay caracterizado por el cuestionamiento “progresista” al orden establecido. El “batllismo” tuvo muchos puntos de contacto con el anarquismo y el socialismo. Montevideo se convirtió esos años en punto de encuentro de varias personalidades de distinta ideología pero de signo progresista. Al grupo de las anarquistas, María, Virginia y Juana se sumó Belén de Sarraga [4] una librepensadora española que se radicó por años en Uruguay fundando un periódico, “El liberal” (1908-1910) y difundiendo la doctrina por toda la República generando un movimiento social nucleado en la “Asociación de Damas Liberales”.
Una mujer directora de un periódico no era un hecho frecuente –aunque no único–. Al norte del país, en el departamento de Salto, se editaba La voz del Pueblo (1905) dirigido por Sarah Bergara. Estos ejemplos alentaron seguramente el proyecto de
Juana [5] y Virginia de sacar una nueva publicación que respondiera a la “finalidad del comunismo anárquico”. Este periódico se llamó “La Nueva Senda” igual que la agrupación a la que respondía su orientación [6]

Paulina Luisi recibió su título en 1908 y fue la primera uruguaya en completar una carrera universitaria. Al recibir el título, ya tenía 33 años y no se había casado. Creemos que no vivió la soltería como una frustración, porque expresó claramente que su realización personal no era la de tener un esposo, para ella alguien ante quien tendría que subordinar sus proyectos: “la educación femenina, lejos de despertar y desarrollar el sentimiento de la personalidad”, escribió en 1918, “tiende por el contrario a aniquilarlo en obsequio de la más o menos posible realización social de mujer casada, es decir, de ser humano obligado por las costumbres y las leyes a un perfecto renunciamiento de sus anhelos y sus ideas ante la personalidad de otro ser a quien debe obediencia y respeto”.[7]
En 1913, el presidente José Batlle y Ordóñez la encomendó estudiar medidas de higiene social en Europa. En su estadía en Francia estuvo en contacto con el movimiento feminista en plena efervescencia. Regresó de Europa con un empuje formidable, dispuesta a multiplicarse en distintas campañas a favor de la mujer, a impulsar la educación sexual, a combatir la “lacra social” del prostíbulo. En 1916 da un paso más y crea el Consejo Nacional de Mujeres que presenta un petitorio reclamando los derechos ciudadanos para la mujer. Paulina, líder indiscutible de esa asociación, logró reunir a un conjunto de activistas, intelectuales, profesionales y aún damas de clase alta, y ese fue un gran logro.
El presidente, su hija y el pintor
Feliciano Viera fue investido como ministro del Interior en 1913 cuando Petrona, la mayor de sus 11 hijos, cumplía 18 años y mostraba una marcada inclinación por las artes plásticas. Afectada desde pequeña por la sordomudez siempre recibió el
apoyo de sus padres que comprendieron que en ella se daban esas compensaciones inexplicables y por eso promovieron esa vocación. “Frente a esa fatalidad que la disminuye y le impide entenderse normalmente por la palabra tiene como su opuesto una gracia, un don natural: el del dibujo y la pintura que le permite recrear las imágenes que su voz no puede nombrar” (Pereda, 1987, 6) Contratan a Vicente Puig, un pintor catalán, amigo de la familia que inicia las clases en casa de los Viera. Los estudios formales de pintura junto a Guillermo Laborde, docente del Círculo de Bellas Artes se inician al mismo tiempo que su padre asume la Presidencia, el 1º. de marzo de 1915.
Estos años son de intensa vida social en la casa quinta del barrio de la Unión. Los Viera se rodean de artistas: Pedro Figari [8], Blanes Viale y Guillermo Laborde frecuentan a la familia asiduamente. A ellos se suman los músicos Clouzeau Mortet, y Rubinstein, huéspedes de Carmen Garino, la esposa de Feliciano. La numerosa prole y una extensísima servidumbre hacen de ese hogar un microcosmos de contención para esa chica determinada a llevar adelante su proyecto propio, sentido como la “felicidad de lo inevitable”.


“Descubrir la infancia” de la mano de Petrona Viera
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La transición demográfica y la conformación de una sociedad de clases medias son dos rasgos característicos de la modernización del país. Uno y otro propiciaron el surgimiento de un nuevo modelo de familia y un papel distinto para la mujer, con que debía atender menos hijos, en su salud y educación. Una madre sensible constituía una garantía en ese sentido. Una conjunción de discursos, provenientes de diferentes orientaciones filosóficas, apuntaron y lograron esa mujer-madre, socializadora de sus hijos. Cada hijo será a partir de esos años, una individualidad, una persona insustituible.
En forma precursora Enriqueta Compte y Riqué se inclinó a desarrollar en esos niños cualidades que podrían destacarlos individualmente. Enseñar a los chiquitos de apenas tres años era para ella despertar su curiosidad, alentar la fantasía, propiciar el juego; lo lúdico como aprendizaje. Aprender “de la calle, del negocio, del libro que circula, del diario, de la revista, del cine, del teatro, de todas las diversiones y los pasatiempos modernos hay mucho que aprovechar, si se aprovecha debidamente”. Estos conceptos se encuentran destacados en la exhibición que propone el Museo Pedagógico de Montevideo; allí se atesora la memoria de esta extraordinaria educadora.
Crear, inventar, arriesgar fueron sus consignas. El empleo de la cámara fotográfica en clase fue una de ellas, utilizada para estudiar las reacciones de sus pequeños alumnos e incorporar ese conocimiento a nuevas herramientas pedagógicas. Ese fue el carácter científico de Enriqueta; el asociarse con el escritor José Pedro Bellán –también maestro– pone a luz otra de sus facetas, la innovadora y moderna [9]. En 1924 crearon el primer teatro de niños del Uruguay al poner en escena “La cenicienta” con exalumnos del jardín menores de 13 años.
En estos años no solo aparecen, sino que se consolidan las nuevas subjetividades del siglo: niños y mujeres. “Mi hermanita estudiando” (MAP3736) representa dos niñas sentadas en los escalones de salida de una habitación cuya puerta está entreabierta; una de ellas escribe en un cuaderno apoyado sobre su falda mientras la otra la observa atentamente, la sencillez del tema convoca un sentimiento de intimidad a pesar de los primeros planos que no dejan casi distancia entre el cuadro y la mirada del espectador. La serie de “recreos” “interiores” y “dibujos infantiles” que Petrona pinta ilustran el entorno íntimo de su familia. El patio interior, niñas jugando bajo un parral de la casa quinta, los umbrales de las habitaciones, la luz que inunda el mundo afectivo que la contiene destacan ese continente de la infancia recién “descubierto”. Los nuevos usos del tiempo y los cuerpos femeninos son temas de sus obras. La modernidad de su tratamiento en planos sintéticos, cercanos a la abstracción, se concentran en el color –tono y matiz–, y dan cuenta de esa mirada femenina que encuentra su voz entre los contemporáneos, en absoluta mayoría masculina. Quizás esa sigilosa concentración para observar agudizada por su condición de sordomuda la dota de una perfección y fuerza para relatar su propia condición de mujer en cambio, hija de esa rebeldía que se vivía en las calles.
El quiebre del país “modelo”
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1916 marca el final del idilio de los sectores populares y el reformismo batllista, de ese año es el discurso del presidente Feliciano Viera, conocido como el “Alto de Viera”. El partido colorado y el batllismo dentro de él, embarcados en la reforma constitucional y atentos a los posibles fraccionamientos internos causados por lo que se consideró una demasiado “avanzada legislación” promulgada en la segunda presidencia de José Batlle y Ordóñez, inician una etapa de “tramite y usura” en la gestión pública.
Crece en este período la figura de María Collazo alimentando su leyenda: es la intervención activa en los conflictos que la involucran en esos difíciles años; también es la solidaridad con la causa proletaria que la hace sortear barreras ideológicas y trabajar con socialistas y anarcosindicalistas por igual. Aparece en varias ocasiones compartiendo barricada con la aún novel Julia Arévalo [10].
En 1917 la revolución bolchevique, otorgando “todo el poder a los soviets”, conmovió profundamente a los grupos políticos de izquierda. “El 7 de noviembre… ¡triunfaba al fin el proletariado abriendo una nueva era en la historia de la humanidad!, ¡qué indescriptible emoción qué inmensa alegría!”, decía Julia Arévalo, en ese entonces militante socialista –más tarde fundadora del partido comunista.
La concreción de una revolución causó un impacto mayúsculo en filas anarquistas, marcando el tiempo de realizar “las utopías llenas de belleza”, como escribió María: “Los soviets son simples delegaciones del pueblo encargadas de ciertos actos… no dictan ordenes, las reciben del pueblo. Nada más, por lo tanto, no son autoridad. La revolución rusa es el acontecimiento más grande de los tiempos actuales. Marca en la historia de la humanidad el primer ciclo de la era igualitaria” [11]

Una niña en el Círculo de Bellas Artes [12]
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Amalia Polleri se definía como “un ser feliz” gracias a una infancia “mágica” con seis hermanos, un padre abogado y una madre feminista compañera de ruta de Paulina Luisi; secretaria del Consejo nacional de Mujeres y de la Alianza uruguaya para el sufragio. Fanny Carrió de Polleri mantenía un consultorio laboral para mujeres en el periódico “La Mañana”. Alimentados por las lecturas, las funciones de teatro, el ballet y las tardes de matinée en el cine “Latino” esos niños crecieron en un clima de fantasía. “Toda mi vida infantil fue así de juegos… salvo los meses que estaba en cama y entonces leía mucho, pintaba y dibujaba”. Y fue así que nació su vocación.
“A los 11 años empecé a ir al Círculo de Bellas Artes, todavía vivíamos en Villa Dolores… Mis padres contemplaron mis intereses y nunca se negaron a que fuera artista, al contario, siempre me regalaron pinturas. (…) Ellos ayudaron a mi vocación, no se negaron a ella. Sin embargo, cuando tenía 14 años empecé a traer ideas revolucionarias a casa y como en casa se hablaba de todo, yo hablaba.”
“Mis profesores, Domingo Bazurro y Gullermo Laborde, acababan de venir de Europa, ya había ocurrido la revolución rusa y después de clase nos sentábamos en el patio y conversábamos de todos esos temas. Había gente grande, mucho más grande que yo, (…), yo era la más chica de todos”. “Cuando vino toda esa información y yo llevaba ideas revolucionarias a casa, mamá me sacó de una oreja; era una cosa que habían arreglado con mi padre. Volví al Círculo, pero mucho después”[13]


“La infancia es la patria del hombre” afirmó Alba Roballo [14] recordando la suya en un lugar tan pobre como “Isla Cabellos” en el norteño departamento de Artigas “asfixiado por los latifundios circundantes”. Tan árido y pobre que uno nunca imaginaría pudiera emerger de allí una política y poeta destacada, salvo por la intervención –casi mágica, casi milagrosa– de una madre excepcional: la maestra, Rosa Berón de Astrada de Roballo (¡así lo deletreó, recitando el nombre con deleite durante una entrevista que mantuve con ella hace más de 30 años!). Con ocho hijos a los que les dio “mucho viento en la camiseta”, en particular a las cinco mujeres como obligándolas /impulsándolas/ a destacarse “ustedes son pobres, negritas, feas, pero son muy simpáticas y graciosas… nos creaba el problema de que éramos triunfadoras”.
Desde muy temprano supo reconocer en Alba esa chispa de ingenio y desenfado que hizo de ella la brillante/histriónica/ estudiante de la Facultad de Derecho, la activa militante en el centro de estudiantes y finalmente la que convirtió a esa joven en una popular política del partico colorado. “A mi madre le debo todo… mi madre tenía especial preferencia conmigo. (…) No sé por qué, como yo tenía vocación por escribir, leer, decir cosas en las fiestas de la escuela, ella empezó a tener fe, que sintió o intuyó. Me dijo vas a ser presidenta de la República”.
Sin lugar a dudas estas mujeres han sido protagonistas de una “revolución silenciosa”. Partieron desde diferentes orígenes sociales, actuaron en distintos espacios, y defendieron proyectos a veces contrapuestos; pero coincidieron en la voluntad de cambiar la situación de total exclusión de derechos –políticos, civiles, laborales, culturales– a la que estaban sometidas las uruguayas del Novecientos.
Alba, Paulina, Maria, Petrona, Virginia. Juana, Amalia, Enriqueta, Belén y Julia, todas ellas tuvieron voz y por eso están aquí, crearon una genealogía de mujeres, una tradición y una herencia en la que nos reconocemos.
[1] Abrir el país a la inmigración tuvo un efecto demográfico positivo, particularmente en el siglo XIX. Las distintas oleadas inmigratorias que arribaron al Uruguay lograron un impacto medible en cifras. "En el lapso comprendido entre 1840 y 1890 la población del Uruguay se multiplica por 7. A fines del siglo los resultados ya eran tangibles. Los extranjeros constituían entonces en la ciudad de Montevideo, "la inmensa mayoría de la población, en sus elementos activos y productores" Martín C. Martínez "El Siglo" (25 setiembre 1910)
[2] Falta aún mucha investigación sobre esta anarquista y sus trabajos, la más reciente de Fernández Cordero y Prieto “Tras los pasos de Virginia Bolten”. Políticas de la Memoria No.14, Bs.As. verano 2013-2014, 212-216 sitúa esta publicación en dos períodos, uno en Buenos Aires y otro en Rosario. Nació en la ciudad argentina de San Luis, en 1890 se radicó en Rosario y junto a su esposo Manrique se vinculó a los grupos ácratas. Pronto se ganó el calificativo de “la Luisa Michel rosarina”. Entre 1896 y enero de 1897 publicó en Buenos Aires –junto a Teresa Marcillo y María Calvia– el periódico libertario La Voz de la Mujer. En Rosario participó en el grupo Las Proletarias (1899-1900?), que sacó un periódico homónimo al de Buenos Aires. Mantuvo contacto con varios anarquistas radicados en Montevideo, por ejemplo, con el dramaturgo Florencio Sánchez. En febrero de 1905 fue deportada a Uruguay, junto a su marido y unos treinta compañeros. Se radicó en Montevideo continuando con su militancia en el Centro Internacional de Estudios Sociales y escribiendo artículos para diferentes periódicos.
[3] Juana Buela nació en Madrid en 1889, emigró siendo niña a Buenos Aires con su madre y hermano. Se incorporó a la militancia obrera y anarquista. Autodidacta, en 1907 junto a María Collazo organizó el Primer Centro Femenino Anarquista Argentino. Por su participación en la huelga de inquilinos fue desterrada a España en enero de 1908. En 1909 se instaló en Montevideo, integrándose a las actividades del Centro Internacional de Estudios Sociales y fundando el quincenario La Nueva Senda. En 1910 participó de las manifestaciones anarquistas en oposición al festejo del Centenario del inicio de la “Revolución de Independencia”, fue detenida y entregada a la policía uruguaya. Estuvo presa diez meses y puesta en libertad al asumir José Batlle y Ordóñez su segundo período presidencial. En 1914 se marchó de Montevideo con destino a Francia como polizón y al ser descubierta la dejaron en Río de Janeiro, donde vivió alrededor de tres años. En 1918 retornó a la Argentina y continuó desde allí su militancia anarquista. Dirigió entre 1922-1925 el periódico Nuestra Tribuna.
[4] Librepensadora de inscripción masónica (Valladolid, 1874 - México, 1951), conferencista y polemista de fuste, radicada en Montevideo protagonizó polémicas con ilustres visitantes como el destacado filosofo Enrico Ferri que dictó una conferencia sobre la mujer en 1908 que establecía la inferioridad femenina a causa de la maternidad, a la que Belén respondió en un editorial en su periódico EL Liberal, al día siguiente “El continente no puede ser inferior al contenido”, desarmando los argumentos “esencialistas” del orador. Organizadora de los Círculos liberales Belén de Sarraga más tarde, en Chile, antes de radicarse definitivamente en México donde se la encuentra a partir de los años 20.
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[6] Universindo Rodríguez, Los sectores populares el Uruguay del Novecientos. Montevideo. Ed. TAE. 1994.
[7] Paulina Luisi. La trata de blancas. Tribuna Libre. Buenos Aires, 21 de agosto de 1918.p. 22.
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[8] En Agosto de 1915 Figari asume la dirección de la Escuela de Artes y Oficios, acompañado por los pintores Vicente Puig y Milo Beretta iniciando un período de reformas de la enseñanza de las artes aplicadas.
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[9] Innegablemente todo este bagaje creativo se desplegó contando con el aliento y apoyo de las autoridades de la Enseñanza. Enriqueta experimentó nuevas metodologías pedagógicas alentada por el filósofo Carlos Vaz Ferreira en ese entonces Inspector de Escuelas.
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[10] Julia Arévalo (Departamento de Lavalleja/ Uruguay 1898- Montevideo 1985). obrera tabacalera a los 12 años, militante socialista, fundadora del partido comunista en 1921. Figura entre las cuatro primeras parlamentarias del país en 1942.
[11] La Batalla, la Revolución Rusa. Consideraciones, 30 de noviembre 1917, 2
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[12] El Círculo se creó en 1905 y su primer director fue el pintor Carlos María Herrera. Respondía a la necesidad de formar artistas y técnicos capaces de afrontar la demanda laboral en el área de las “artes industriales” (Peluffo, G. Los veinte. El proyecto uruguayo1999.Museo Municipal de Bellas Artes Juan Manuel Blanes. 1999. p. 40)
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[13] Entrevista a Amalia Polleri, realizada por la autora. Montevideo, 1988.
[14] En entrevista realizada por la autora, Montevideo 1988.